martes, 15 de noviembre de 2011

Núnca digas NÚNCA

Desde hace unos días; Bárbara se levanta ilusionada incluso no le duelen las articulaciones tanto como antes.
Madruga, se pone los rulos, y se prueba diferentes chaquetas.
Ha pasado del negro riguroso a la ropa de alivio. Hace más de cinco años que murió Esteban y después de toda la vida juntos, la pena no la deja, entre otras cosas porque ella se niega a que la abandone...
Cuatro hijos y nueve nietos son el balance de su vida. Mucho trabajo, desvelos, preocupaciones para finalmente acabar sus días sola en una residencia rodeada de desconocidos con sonrisas forzadas y susurros cuando domingo tras domingo pasa las tardes sola, frente a la ventana esperando el milagro de una visita.
Pero todo ha cambiado desde hace unos días...
Emilio ha llegado a la residencia. Está en una situación similar a la de Bárbara, aunque va arrastrando su soledad desde hace más de veinte años que murió su esposa y finalmente también su único hijo con el que convivió hasta hace unos meses y que ocupó la plaza que tenía reservada para él en el cementerio De Campanar, junto a su adorada esposa... ¡qué injusta es la vida!, se llevo a sus seres más queridos dejándole solo, mayor, e indefenso.
Bárbara, siempre educada y reservada no pudo evitar acercarse a él cuando le vió pasear por el jardín y secar una lágrima que lentamente bajaba por su curtida piel por el sol y el agua del mar.
-Buenas tardes, perdone que le moleste, ¿se encuentra bien?
-Bueno, he estado mejor, pero ahora es lo que toca...
-¿Ha llegado esta semana, verdad?
-Sí, llegué el martes. Llevaba esperando plaza desde hace tres meses que murió mi hijo y la asistente social, me convenció que estaría mejor atendido aquí que en mi casa.
-Ya... entiendo... pronto se acostumbrará, yo llevo casi dos años aquí. Nos tratan bien y el mar está precioso en esta época. Las comidas no están mal y los compañeros nos respetamos.
-Mi nombre es Emilio, soy de León pero llevo casi toda la vida aquí, en Valencia.
-Encantada, me llamo Bárbara. Yo nací en Bilbao pero cuando me casé nos vinimos aquí .
La tarde se pasó en un suspiro y Emilio y Bárbará compartieron por primera vez mesa para cenar, y ésta no iba a ser la última vez...
***
Los días de primavera pasaron deprisa. Los paseos por la playa a diario después del desayuno, eran un regalo para Bárbara y Emilio.
Se contaban todo, sus añoranzas, sus recuerdos más dulces y también...sus miedos y sus inquietudes.
Sus compañeros de la residencia cuchicheaban a su paso pero ellos no tenían más ojos ni oídos que no fueran para ellos mismos.
Barbara, cuando se retiraba a su habitación cada noche, repasaba mentalmente su día y se acostaba con una sonrisa en los labios.
Emilio se sentaba a escribir en su diario. Llevaba años haciéndolo y era uno de sus secretos mejores guardados. Saboreaba de nuevo los momentos vividos junto a Bárbara y le parecía increible que después de tantos años de soledad hubiera encontrado de nuevo una compañera, una amiga con quién compartir lo bueno... y lo malo.
¿Por qué había tardado tanto tiempo en encontrarla? Apenas habían vivido a 10 Kilómetros de distancia ¡toda la vida! y sin embargo, hasta los 75 años no se habían encontrado.
Se sentía renovado, con ilusiones, un hombre nuevo pero cada noche, cuando Bárbara y él se separaban se le venía el mundo encima... veía su realidad con claridad, contemplaba sus manos arrugadas y temblorosas y se observaba en el espejo preguntandose cuanto tiempo le quedaría...y lo peor cuanto le quedaría a Bárbara...
Al día siguiente y en su paseo diario por la playa, todos los miedos se disipaban, volvía a sentirse joven y con muchos días de felicidad por delante.
-Bárbara, cada noche, al acostarme no puedo dejar de darle vueltas a una idea que no para de torturarme... tengo miedo, miedo de perderte...
-¡Pero cariño!, ¡eso no va a ocurrir!
-No tenemos 20 años...
-¡Gracias a Dios! ¿Tú sabes cuantos quebraderos de cabeza se tienen a los 20 años?
-Ya... pero no somos eternos y cuando eres jóven tienes toda la vida por delante...
-Nadie te asegura cuando eres joven que tengas toda la vida por delante, sin embargo, a nuestra edad, es verdad que tenemos "más papeletas" pero ¿Quién te dice que no lleguemos a los 100? ¡Tú estás como un roble! y con estos paseitos y tu cariño a mi están a punto de confundirme con tu nieta...
-Bárbara, ¡Siempre acabo riéndome contigo!
-Pues de eso se trata, no te preocupes por mañana y disfruta hoy  y ... ¡Qué nos quiten lo bailaó!
-Bárbara, cásate conmigo...
***
Bárbara no podía creer lo que Emilio le había dicho, ¿casarse? Tenía ¡72 años! ¿qué pensarían sus hijos? y...¿en la residencia? Esa noche no pudo pegar ojo... pensaba en pros y contras, y por la noche, todo se tiñe de color negro...
Cuando bajó a desayunar, Emilio le esperaba en su mesa frente al desayuno y como siempre una flor descansaba en su servilleta.
-Buenos días Bárbara, ¿Qué tal la consulta con la almohada?
-¡Eres un canalla!no he podido conciliar el sueño en toda la noche...
-Así que tienes dudas... tal vez te resulto un "poco mayor"...
-¡Qué tonto! ¡claro que no!, la que es mayor ¡soy yo!
-Pues yo te veo la más guapa y jóven de las mujeres...
-Ya...pero es que vivimos en una residencia de la tercera edad...
-Si, eso sin duda puede condicionarme...pero aunque no fuera así, te elegiría entre todas las mujeres de este mundo.
-Eres un adulador y ¡¡¡me encanta!!! aunque también seas un poco corto de vista...
-¿Qué temes?
-Pues pienso sobre todo en mis hijos.
-¿Cuanto tiempo hace que no los ves?
- Más de siete meses, en Navidad vinieron a visitarme dos de ellos, pero a los otros dos hace casi tres años que no les veo, viven fuera de España y cuando vienen a Valencia,  no tienen mucho tiempo...
-Y ¿qué te parece si les escribes a los cuatro y les dices lo que pasa? Vayamos paso a paso para que tomes la decisión con más seguridad.
-Ya... la verdad es que supongo que pensaran que me he vuelto loca, pero a fin de cuentas... es mi vida.
-Bueno, tranquila, además muy pronto te tendré tan cautivada... que vas a ponerte " el mundo por montera" y serás tú la que me pida que me fugue contigo...
Un mes más tarde Bárbara y Emilio estaban en el registro civil de Valencia.
Una enfermera y el jardinero de la residencia,  fueron testigos de su unión.
***
La Residencia les regaló un viaje de luna de miel a Bilbao,  la tierra de Bárbara. Hacía más de 40 años que salió de allí con una maleta cargada de ilusiones y 70 pesetas en el bolsillo.

Recién casada volvía a casa, igual que recién casada salió de ella.

En el pueblo no quedaba ni sombra de lo que ella había conocido, pero fue muy agradable volver a pisar las calles de Durango, volver a entrar en La Ermita de San Pedro de Tabira, donde contrajo matrimonio por primera vez con apenas 17 años...
Se alojaron en el "Gran Hotel", Bárbara estaba nerviosa. Pensar en compartir la cama con Emilio le traía sensaciones encontradas... Por un lado, la idea de pasar todas las noches del resto de sus vidas durmiendo abrazados despertaba en ella una ternura y una seguridad muy reconfortante, pero por otro lado se avergonzaba de la posibilidad de mostrar su deteriorado cuerpo a Emilio, su pecho caído y su piel arrugada. ¡ojala todavía guardara la tersura de su juventud !, le gustaría poder mostrarse jóven y seductora para su marido, pero el tiempo pasa factura y solo podía ofrecerle un cuerpo desgastado y sin atractivo alguno a sus ojos.
Emilio, estaba más nervioso aún que ella. Desde que falleció su esposa no había vuelto a compartir su cama con ninguna mujer. Él era de "otros tiempos" y no entendía como en éste nuevo siglo la gente metía en su cama a tantos hombres y mujeres...Veía a Barbara como una mujer deseable pero sus hormonas ya no funcionaban a la misma velocidad que antes...
-Barbara, cariño creo que estoy más nervioso que la primera vez...
-Tranquilo, seguro que todo irá bien, -dijo Bárbara fingiendo en sí misma una falsa seguridad 
La ternura y el cariño que se regalaron  en esta primera noche , no estuvo exenta de pasión. Se durmieron uno en brazos del otro y por la mañana, volvieron a unir sus cuerpos, dando gracias al cielo por esta nueva oportunidad de poder disfrutar del sexo y el amor.
El resto de los días fueron inolvidables para la pareja: Largos paseos por el centro histórico, y rutas por los alrededores visitando Elorrio y la Vía Verde de Arrazola, Ondarroa y hasta el museo Guggenheim  de Bilbao, pero tanto Bárbara como Emilio estaban deseando volver al hotel cada día impulsados por el deseo y la excitación. Sus miradas les delataban y sus caricias y la sonrisa que enmarcaba sus caras les hacía sentirse la pareja más feliz de la tierra.
Habían vencido a la soledad, la enfermedad , y  las miradas críticas...
Llegó el día de volver a Valencia. Barbará estaba inquieta. Nunca le habian gustado los aviones y aunque el trayecto no era muy largo, estaba deseando llegar. El avión sufrio un poco de retraso en la salida  por tener que realizarle algunos ajustes  y después de unos minutos de vuelo, la nave perdía altura, y el motor izquierdo empezó a arder...
Todo pasó muy rápidamente. Se puso en marcha el protocolo de emergencia. Emilio miró a Bárbara con lágrimas en los ojos:
-A merecido la pena ¿no crees?
-No lo cambiaría por nada en el mundo, han sido los días más felices de mi vida. -Se abrazaron y cerraron sus ojos...-
Tras algunas maniobras de aterrizaje forzoso, el avión se precipitó con violencia,estrellándose.
El humo y los gritos de pánico llenaban todo.
Los equipos de emergencia llegaron a la zona del siniestro en cuestión de minutos y el traslado de los heridos y los que -no corrieron tanta suerte...- se realizó con la mayor celeridad posible a pesar del caos.
Emilio y Bárbara regresaron después de unas horas en observación por su propio pie a la Residencia. Consiguieron salvar sus vidas y apenas les quedaron unos rasguños  como recuerdo.
Ni siquiera la muerte pudo con ellos y desde luego ni un accidente aereo, acabó con su amor que continuaron profesandose durante mucho, mucho tiempo...

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