El sol caía sobre su bronceado cuerpo...
Grandes y saladas gotas de sudor recorrían su piel curtida, firme, suave...
Era inevitable que las mujeres de cualquier edad le miraran cuando pasaban a su lado camino de la playa. Los codazos, risas nerviosas, guiños entre madres e hijas y amigas, formaba parte de su día a día, y desde luego conseguían arrancarle una encantadora sonrisa, que ¡ las volvía locas! y les hacía perder la cabeza solo imaginando lo que podría ser si él quisiera...
Pero Miguel continuaba con la vista fija en el mar, en sus sueños y planeando su vida cuando el reloj marcase las 6 de la tarde y pudiese desprenderse de su mono de trabajo y zambullirse en el agua dejando atras su jornada de durísimo trabajo.
Atraído por una fuerza irresistible levantó su mirada del suelo, miró hacia el chiringuito de la playa, y lo vió detras de la barra...
En aquel mismo instante supo que jamás había tenido un deseo tan ardiente por nada ni por nadie... su temperatura corporal casí marcaba los 40º y el corazón se le salía del pecho.
Dejó sobre el asfalto el saco de yeso que portaba y sin dudarlo y a grandes zancadas, casi corriendo, se acercó hasta la barra, des-oyendo las voces de sus compañeros que le alertaban a que parase, ya que intuían lo que estaba a punto de hacer... pero es que ni la mujer más deseable del mundo había llamado nunca tanto su atención, núnca se había desbordado tanto en él su pasión, su deseo...y esa NECESIDAD... pujante que le atenazaba.
No podía pensar.
No quería medir las consecuencias de lo que iba a hacer,
pero sabía que una atracción superior a la razón le atraía hacia
ÉL.
¿Qué le estaba pasando?
Le atraía, le atraía como un imán.
Deseaba acercarse y poner su lengua sobre él,
fundirse con su contacto...
cubito de hielo...
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