viernes, 1 de julio de 2011

Como dos gotas de agua...

¡ No podía creerlo !

En ocasiones había oído hablar de ello, pero nunca creí que sería cierto.

"Existe una persona en el mundo EXACTAMENTE igual que tú, con los mismos rasgos físicos, el mismo tono de voz la misma mirada...".

Y ahí estaba ella, a 10 metros de mí... 

Éramos como DOS GOTAS DE AGUA... 

Acababa de subir al autobús número 9, que hace el trayecto desde La Plaza de Cataluña a la Feria de Muestras en Barcelona.

Fue un impulso el que me hizo levantarme y acercarme por detrás. La observe detenidamente, era:
 ¡ INCREÍBLE !,

incluso,  llevaba tres pendientes en la oreja derecha igual que yo. Giró la cabeza y tropezó directamente con mis ojos, se quitó las gafas de sol porque no daba crédito a lo que estaba viendo. Me volvió a mirar de arriba a abajo pero ninguna de las dos fuimos capaces de encajar palabra...

Unos segundos mas tarde conseguí balbucear:

-Hola, me llamo Sara.

-¿Hooola?, yo también me llamo así...


INCREIBLE

Bajamos juntas del bus en la siguiente parada y paseamos por la ciudad durante dos o tres horas. Nuestras vidas eran todo lo contrario a nuestros físicos, no tenían NADA en común.

Yo vivía sola y no tenía ningún compromiso, ni familiar ni laboral, era "freelance". Sara en cambio, estaba felizmente casada, tenía tres hijos y era fotógrafo de una prestigiosa revista de decoración. Tenía TODO lo que yo siempre había soñado tener y la vida se había encargado de que no lo consiguiera...

Comimos en el restaurante de su hotel, Silken Ramblas, en la calle Pintor Fortuny. Me enseñó orgullosa las fotos de David su marido y de sus tres niños.

Me contó que vivía a las afueras de Madrid en una urbanización tranquila, en una casa muy acogedora con garaje y piscina. Sentí una punzada de envidia, ella tenía lo que yo siempre había soñado...
...
Sara se empeñó en acompañarme hasta la parada del autobús, intercambiamos nuestros móviles y nos despedimos hasta pronto.

Solo había caminado unos metros cuando escuché un golpe terrible y el sonido de cristales rompiéndose... Me volví de inmediato y vi una escena horrible...

Un deportivo negro, había envestido a Sara y la lanzó a más de 200 metros.

Acudí corriendo y recogí su bolso que había caído sobre la acera. Cuando llegué donde estaba, su cara estaba cubierta de sangre y no tenía pulso... Algunos transeúntes curiosos se acercaron a ver que había sucedido y ante nuestros ojos atónitos, el deportivo ya se había dado a la fuga...

Una idea vino a mi cabeza y un escalofrío recorrió mi espalda, y en décimas de segundo planee el resto de mi vida...

Coloqué mi bolso, cerca de su cuerpo inerte y esperé a que llegase la ambulancia que yo misma había llamado con el móvil de Sara... Las manos me temblaban cuando finalmente, el sanitario comprobó que su corazón ya no latía. El tumulto a su alrededor, ya era considerable y yo aproveché esta circunstancia para desaparecer.

Ahora yo, era la PROPIETARIA de su vida...
...
Me deslicé como una sombra hasta el metro en la plaza de Cataluña y tomé la línea 3 dirección Lesseps. Vivía en un pequeño piso alquilado en la Carrer de Pérez Galdós, afortunadamente, tenía las llaves de mi piso en el bolsillo de la gabardina. Subí los cuatro pisos despacio, la cabeza me daba vueltas... 

¿Qué había hecho...?

Entré en mi casa y me derrumbé sobre la cama. El sonido agudo del teléfono, me sobresaltó:

-Dígame

-Buenas noches, disculpe que la molestemos a esta hora, pero nos vemos obligados a informarle de un asunto. ¿Es usted familiar de Sara Martínez Andréu?

Al oír mi nombre, el corazón se me salía del pecho...

-Si naturalmente.

-Lamento comunicarle que esta tarde ha sufrido un accidente. Le rogaríamos que se pasase lo antes posible por el anatómico forense para reconocer el cadáver...

Me despedí precipitadamente y entré en el baño a vomitar. Tomé una ducha rápida y llamé desde el móvil de Sara a un taxi. A los 45 minutos, llegué a identificar el cadáver. Un funcionario salió a recibirme y me acompañó al depósito.

Cuando levantó la sabana, no pude evitar un mareo, era como verme a mi misma sobre la mesa de mármol... Asentí con la cabeza llorando mientras el funcionario me tomaba del brazo y me decía:

-Siento la pérdida de su hermana. Si está de acuerdo, preparamos todo para su entierro.

-Gracias, muchas gracias, le rogaría que los trámites se hicieran lo antes posible, estoy en Barcelona de paso y tengo un billete de avión para pasado mañana.

Me entregó una bolsa transparente con sus efectos personales: el reloj, sus pendientes, la alianza y ... mi bolso...

Subí de nuevo a un taxi y di la dirección del hotel donde Sara estaba alojada. Me dirigí al ascensor, buscando en su bolso la tarjeta para abrir la puerta.

Eran las 2 de la madrugada. Abrí el armario y vi su ropa colgada cuidadosamente. Busqué con la mirada algún efecto personal por la habitación y vi un portátil sobre la cómoda. Lo encendí y miré su correo electrónico y la carpeta de mis documentos. Pasé toda la noche empapándome de toda la información allí contenida. Deshice la cama y abrí la ducha, tiré las toallas en el suelo y salí del hotel con su portátil antes de que el hotel despertase con todo su apogeo.

Tomé el metro y llegue a mi casa. Tenía que pensar rápidamente. Recogí muy pocas cosas y salí del piso, para:

NUNCA MÁS REGRESAR...
...
Pasé por el cajero y saqué el poco dinero que me quedaba. Me dirigí de nuevo a la morgue a solucionar la burocracia de las "exequias" de Sara. Concretamos que esa misma tarde a las 18.30, se llevaría a cabo la incineración de los restos.

Volví al hotel Silken Ramblas y entré en la habitación de Sara con la urgente necesidad de encontrar el cargador del móvil; ¡la batería estaba a punto de agotarse! y no conocía el pin para encenderlo... en ese momento, el teléfono móvil era lo único que me vinculaba con "mi NUEVA familia" y "mi NUEVO trabajo".

Tenía que dormir un poco, llevaba más de 40 horas sin pegar ojo y mi cabeza no respondía con claridad, tenía mucho en que pensar, pero necesitaba descansar.

A las 17.00 horas, sonó el móvil de Sara, lo cogí, todavía entre sueños.

-¿Sara?

-Si

-¡Hola Cariño!
-miré la pantalla, porque no conocía la voz que me acariciaba a través del auricular...-

-¿David...?, hola, ¿cómo estás?

-Pues con ganas de verte, los niños también te echan de menos. ¿Qué tal la Feria?

-Bien, bien, pero no he ido hoy, tengo el estómago revuelto y me he quedado en el Hotel descansando. ¿Los niños qué tal?

-Todos estamos bien. Cielo, cuídate por favor, Mañana vamos a recogerte al aeropuerto.

-Estoy DESEANDO veros a ti y a los niños...

-Mil besos y caricias Sara.

Colgué el teléfono, estaba casi segura que David había oído mi corazón desde Madrid...

Las horas de descanso me habían sentado bien. Busqué entre las ropas de Sara y encontré un pantalón negro y un jersey de cuello alto del mismo color y me dispuse a asistir a la incineración en el Cementerio de Montjuic. Di orden que las cenizas se conservaran en una pequeña urna en el cementerio barcelonés. El resto de la tarde medité cual serian mis próximos pasos, y como enfrentaría mi nueva vida...tenía miedo y sobre todo miles de dudas... solo sabía algo de información de primera mano que Sara me contó el día que nos conocimos e intentaba hacer cábalas por los correos, que había leído en su portátil y con los SMS de su móvil.

¡No podía aún creer en lo que estaba metida! Me veía a mi misma como una psicópata. Mi vida siempre había sido vulgar, mediocre y gris.

¿Cómo se me habría ocurrido semejante locura? Ahora, tenía que sacar fuerzas de flaqueza y tirar adelante con ello...

Me acosté temprano, necesitaba estar muy lúcida al día siguiente. Me había hecho un esquema mental, ¡pero estaba aterrorizada!

Llegué al aeropuerto del Prat tres horas antes de embarcar. El móvil de Sara sonó un par de veces, pero no me veía con ánimo para enfrentarme a: 

-Móvil mamá- 
-Oficina-

ya daría la cara un poco más adelante... (la CARA era lo único que tenía igual que Sara, y esperaba que eso disimulase las "metidas de pata", que seguro tendrían lugar en los próximos días, meses y años...)

Sentada ya en el avión, el corazón, me latía a cien por hora imaginando el encuentro al llegar a Madrid con David y los niños. Llevábamos apenas 20 minutos de trayecto, cuando el piloto, nos pidió que nos abrochásemos de nuevo los cinturones, porque entrábamos en una zona de turbulencias.

Todo sucedió muy rápido... el avión empezó a dar bandazos y a caer... ¡No podía ser ! No iba a tener la oportunidad siquiera, de estrenar "mi nueva vida", era ¿ INJUSTO? o JUSTO CASTIGO a lo que había hecho...

El impacto fue terrible.

Cuando abrí de nuevo los ojos, estaba en una habitación blanca, la máquina conectada a mi corazón, sonaba acompasada. Me dolía todo el cuerpo, pero no entendía que había pasado. A mi lado un hombre moreno, dormitaba. ¿Qué estaba pasando?

Intenté decir algo, pero mi voz casi no salía de la garganta, al momento, entró una enfermera:

-¿Como estás?

-¿Qué ha ocurrido?

El hombre moreno, se levantó de un salto y me besó.

-Mi vida,¡ estás aquí!, ¡todo saldrá bien!

-¿Quién eres?

-Soy David, tu marido, ¡querida Sara, qué miedo hemos pasado...!

-No recuerdo nada...


La enfermera, nos tranquilizó:

-Después de un trauma semejante, es normal sufrir de amnesia transitoria. En unos días, quizás unas semanas, volverá a recordar.

- No te preocupes, Sara,
-dijo el hombre moreno.- tenemos el resto de nuestras vidas para que recuerdes. Todos los que te queremos, vamos a ayudarte. Hoy, has vuelto a nacer...

David, no tenía NI IDEA, de la verdad tan grande que acababa de decir...



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