martes, 13 de octubre de 2015

Encuentro en Central Park





Tres relaciones fracasadas en diez años, ¡dándolo todo! y no funcionaron.

El reloj biológico de Andrea está acelerándose por momentos y los treinta y tantos están tocando fondo. Tampoco debe ser tan complicado eso de que te quieran y te respeten, o... ¿si? tal vez sea culpa suya, no puede ser que todos los hombres que han pasado por su vida solo quieran ser el centro del universo. ¿Habrá "normales"? ¿tíos sencillos que quieran algo más que sexo, play y fútbol... y que te chupen la sangre y la energía, te maten los planes de futuro y la posibilidad de ser madre? Puede que alguno quede,  pero no en el círculo cercano de Andrea, así que después de pensárselo mucho y de llevarlo en la más absoluta discreción, se inscribió en una de esas páginas para encontrar pareja y se lanzó a abrir en canal, ese círculo cercano de hombres.

Robert era americano, vivía en Nueva York, daba clases de teatro en la La Escuela Juilliard. No había visto un partido de fútbol en su vida y no se llevaba bien con la tecnología, así que nada de consolas y ni siquiera tenía un móvil que soportara el Whatssap, en cambio dibujaba, tocaba el oboe, escribía haikus y entre sus prioridades estaba: SER PADRE, y la única condición era: que su pareja le acompañara toda la eternidad... así que eso era ¡PERFECTO!

Tras un par de meses de mails, decidieron conocerse en persona. Andrea tomó un avión y a las 18:30 aterrizaba en el JFK. La cita era a media noche en The Loeb Boathouse en Central Park. Se alojó en El Plaza, a escasos metros de una de las entradas al parque, la visión  desde su habitación la dejó sin aliento... ¡esto pintaba bien! no se le ocurría un sitio más romántico para una primera cita, hasta la luna se había puesto de su parte y lucía llena y vestida de rojo pasión...

Se arregló con esmero; ¡necesitaba gustarle! tal vez fuera su último tren y el hombre que le daría lo que más anhelaba: ¡una eternidad a su lado! El corazón le iba a cien, en unos minutos se encontrarían.

La mesa estaba reservada a nombre de Robert y cuando Andrea llegó, él ya esperaba. La condujeron a un reservado junto al lago. Estaba de espaldas; hombros anchos, americana gris ceñida, pelo con matices rojizos , manos grandes, blancas, bien cuidadas sujetaban una copa con vino tinto, Andrea pensó que seguramente él, estaría oyendo los latidos de su corazón que se habían acelerado el doble con solo verle por detrás...

Era muy atractivo, seductor, con una sonrisa absolutamente cautivadora que dejaba ver una dentadura blanquísima y perfecta. Hablaba castellano, además de cinco o seis idiomas más. No dijo nada inconveniente, ¡al contrario! se interesó en cada detalle de su vida y apenas hablaba sobre él, esa noche era ella la protagonista, ¡perfecto!

Andrea no podía creer ¡lo que le estaba pasando! a lo mejor, su mala suerte era cosa del pasado y se abría ante ella una eternidad de felicidad a su lado...

Cuánto más le miraba, más tenía la sensación de que le había visto antes...¡tal vez en sueños! porque todas las chicas sueñan con el hombre ideal, y Robert, ¡lo era!

Se acercó a ella, 
le susurro al oído
le acarició el cuello 
y sus labios comentaron a besarla, suavemente... 

De pronto, algo parecido a una descarga eléctrica recorrió a Andrea desde su cuello a la punta de sus pies y lentamente, empezó a ver todo como en un sueño...

Un sueño eterno y rojo...
 





2 comentarios:

  1. ¿Relato con sorpresa en forma de descarga eléctrica?
    ¡Tiene su punto!
    Yo, por ejemplo, jamás me dejaría llevar por alguien que no me estremeciera.
    Brindo por Andrea y su cortocircuito inesperado nada corriente.

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    Respuestas
    1. ¿Te ha dado calambre? ¿no? ¡mierda!
      Está bien que te estremezcan... pero si tanto tanto te estremecen que te matan... ¡no se!

      Un placer escribir para ti: ¡Mi único lector!
      No prometo ser fiel...

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