jueves, 8 de octubre de 2015

¡Sorpresa!




                                                                                                                                                                                      No tengo ni idea de cómo ha podido llegar este momento, cómo he podido engañar a tanta gente durante tantos años...
Empece medicina a mediados de los 80. Llegar a la universidad no fue fácil.
Mis padres pertenecían a una clase social más bien baja; mi padre trabajaba en la construcción y mi madre limpiaba oficinas y portales desde muy temprano. Yo era la mayor de cinco hermanos de los que me ocupaba la mayor parte del tiempo, ya que mis padres no paraban mucho por la casa, pero afortunadamente era lista y mis notas eran brillantes aunque no empleaba demasiado tiempo en estudiar.

Empecé primero en la facultad de medicina y fue uno de los mejores años de mi vida.; ¡me encantaba! todas las asignaturas eran interesantes y además, estaba él...

Alfredo era mi profesor de Histología Humana y cuando lo vi por primera vez en el aula de microscopía, supe que no se me escaparía...

A él también le gusté, se pasaba las horas acariciándome el pelo, mirándome embelesado a los ojos... fue un primer año maravilloso, me afirmé en mi vocación de querer curar lo que se me pusiera por delante, pero justo a final de curso, la cosa se torció... descubrí que Alfredo estaba casado y nuestra relación acabó como el rosario de la aurora. Pasé un verano espantoso, no quería salir de casa y me pasaba el día rememorando recuerdos y metiéndome sin parar el dedo en la yaga.

Llegó septiembre y al hacer la matrícula descubrí que Alfredo de nuevo me daría clase, ese año de Inmunología. No estaba preparada para verle tres días a la semana y empecé a faltar martes, jueves y viernes a clase. Al principio, solo me fumaba inmunología pero en unas semanas, decidí tomarme el día entero libre. Vagabundeaba por el campus y descubría gente que por causas diferentes a la mía pero todas "genuinas" también habían decidido saltarse las clases de día... hicimos piña y nos lo pasábamos bien. El caso que por H o por B, fue pasando el curso... llegó junio y el balance fue catastrófico... repetía curso ¡seguro! y Alfredo seguiría dando clase al curso siguiente y yo seguía colgada y sin perdonarle...

Resumiendo: pasaron cuatro hermosos años y yo seguía en primero... aunque el dinero de la matricula ya no lo empleaba en matricularme sino en invitar al grupo de "disidentes" a rondas en la facultad, a fines de semana de desfase... en fin: ¡TODO UN DESPROPÓSITO!

Conseguí que un colega de un colega, falsificase el título de médico de su hermano y con las manos temblorosas se lo entregué a mis humildes padres que lo recibieron agradecidos y con lágrimas en los ojos... Su hija ¡MÉDICO!

Desde el minuto uno que empecé a estudiar, familia, vecinos y amigos no dejaban de consultarme tal o cual síntoma y yo ejercía de médico con ellos... eso hizo que "San Internet" y yo fuéramos uña y carne y es ¡alucinante! pero muy pocas veces me equivocaba en el diagnóstico y era certera mandando tal o cual medicación; una pena que no aprovechase la carrera porque madera de médico, tengo.

Doy al play del día de hoy después de hacer historia y os describo la situación; estoy delante de un paciente, él tumbado en una mesa de operaciones y yo de cirujana titular. Llevo más de cinco años trabajando en uno de los hospitales privados más importantes del país... ¿qué? ¿cómo? pues eso digo yo... ¡cómo me he podido colar en el sistema de salud! pues no podía ser de otra manera:

¡EN SUEÑOS!

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