Martín comenzó a desabrochar la camisa de Laura despacio. Se detenía en cada botón regalándole caricias y besos, pero era su mirada lo que encendía a Laura. Era una mirada cargada de deseo, morbosa, impaciente que se contradecía con la lentitud de sus movimientos al desnudarla sin prisa. Laura le quitó su camiseta negra y observó fascinada su pecho que parecía cincelado; era perfecto. Le mandó detenerse un momento y le observó inclinado sobre ella. El pelo de Martín le acariciaba sus hombros, olía a mar, a viento, a libertad, le beso apasionadamente y le retuvo contra su pecho.
Martín continuaba investigando en el cuerpo de Laura. A pesar de los años de diferencia, la encontró fantástica. No tenía la elasticidad en la piel de las chicas que había conocido hasta ese momento pero aportaba una calidez y una tersura muy especial. Encontraba un cuerpo experimentado pero a la vez "sin estrenar", le susurro:
-Va a ser tu primera vez, ya veras...
A Laura se le erizo el vello de todo el cuerpo. Estaba claro que tenía olvidada esta sensación de deseo y expectativas por lo que iba a ocurrir. El sexo en su vida diaria no era a lo que le prestara más atención. Acostarse con Enrique se había convertido en un acto prácticamente rutinario, puro trámite, dónde la ternura había tomado el lugar que le correspondía a la pasión.
Martín le pidió a Laura que se diera la vuelta y empezó un camino de besos y caricias por su espalda y sus costados que casi la volvió loca. Se quitó el pantalón y se tumbó sobre ella. Era mucho más alto y la cubría con todo su cuerpo pero su peso era liviano y no le causaba incomododad. La abrazó y no cabía el aire entre sus cuerpos. Con suavidad le separó las piernas con las suyas y entró en ella, muy despacio, sin prisa, ella estaba casi en éxtasis y eso terminó por disparar su corazón a más de cien pulsaciones.
Después de un tiempo eterno pero breve a la vez Martín giró a Laura y la beso durante varios minutos, después bajo lentamente por su pecho recreándose en el, chupando y mordiendo cada centímetro y haciendo que ella se retorciera de placer. Siguió bajando hasta su ombligo y entró con su lengua hasta las entrañas. Eran sensaciones muy nuevas o tal vez olvidadas para ella, mientras acariciaba la cabeza de Martín y su pelo jugaba con la piel de su vientre produciendo mil sensaciones.
Se arrodillo ante ella y abrió sus piernas:
-Espero que no tengas prisa porque me voy a quedar aquí un buen rato...
Laura se dejó llevar y entonces si que experimentó el placer más grande de su vida. La lengua de Martín era muy hábil, llegaba justo al lugar donde más placer producía en ella, una y otra vez, no podía dejar de gemir , intentaba controlarse pero era imposible, incluso reprimía sus gritos con la mano pero el placer era tanto que pensó que iba a morirse.
-Por favor para, para, no puedo, ¡no puedo más...!
-Si, si puedes, ¡claro que puedes! te dije que íbamos a pasarlo bien , ¿no?
-Voy a morirme de gusto si no paras...
-Bueno, no es una mala forma de morir ¿no te parece?
Y continuo durante mucho tiempo besando, acariciando y entrando por el cuerpo de Laura. Era como si conociera de memoria todos los caminos, todos los puntos dónde existían los resortes capaces de llevar a Laura a lo más alto del éxtasis. Martín gemía, cerraba los ojos, disfrutaba con cada movimiento, en cada caricia. Sin duda dirigió el encuentro de manera magistral y los dos disfrutaron como nunca del acto sexual.
-¿Estas seguro que tienes 21 años? Porque o no has hecho otra cosa en tu vida o has nacido para esto...
-Supongo que es un"don natural" o es herencia de mi padre...no se dímelo tú...¿mi padre era tan ardiente en la universidad?
-¡Martín! Yo no me he acostado con tu padre núnca!
-¿En serio?, entonces es más tonto de lo que pensaba...
Siguieron riendo y bromeando durante un rato más, pero Martín no podía parar de tocar y acariciar a Laura y volvieron a retomar su pasión justo dónde lo habían dejado. Después de varias horas, Laura estaba exhausta y Martín se quedó dormido. Ella no paraba de mirarle y todavía no podía creer lo que había ocurrido. A las 7, Laura tomó una ducha y se marchó. Su última reunión en Barcelona era a las 9 y tenía que pasar por el hotel y recoger sus cosas ya que volvía a Madrid por la tarde.
Capítulo VI
El cuerpo de Laura estaba en la reunión pero su mente se había trasladado en el tiempo hasta la noche anterior.
-¿Laura?...¿Laura?... Dra. Bellver, ¿Se encuentra bien?
-¿Eh? Ah, si, disculpen, estoy bien.
-Esta muy pálida, ¿Descansamos un momento?
-No, disculpen, no es necesario, podemos continuar.
En ese momento el teléfono de Laura vibró:
-¿Comemos? Y me refiero a comida...
En el "Coffe break" de las 11, Laura contestó el WhatsApp de Martín:
-Buenos días, no tengo mucho tiempo. Estoy reunida hasta las 13:00 y a las 16:00 tengo que estar en El Prat. -Martín contesto de inmediato:
-Tranquila, tenemos tiempo. Dime dónde estás y te recojo en un par de horas. A las cuatro, te acompaño en un taxi al aeropuerto. Tengo ganas de verte...esta mañana cuando me desperté, te habías ido, y me desperté con hambre...
A la una en punto, Martín estaba esperando en la puerta a Laura, que se despidió de sus colegas, adelantandose, para evitar salir con todos ellos del edificio.
-Hola preciosa! Hoy estás irresistible vestida de ejecutiva... Seguro que les has dejado impresionados a todos...
-Pues si, así ha sido. Se han dado perfectamente cuenta de mi cara paliducha y mis ojeras...
-Jajaja, pues creo que soy el culpable... Te prometo, que volveré a dejarte pálida y ojerosa cuando tú quieras...
Comieron en Magnolia, un restaurante encantador a solo unos metros de la plaza de San Jaume.
-Martín, no se que me pasó anoche, yo nunca... -Él tapó su boca con un dedo y se acercó a besarla. -
-Por favor Laura, no digas nada. Lo que pasó anoche, ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, así que no digas nada que pueda estropearlo o quitarle la mágia que tuvo. Yo no me arrepiento y lo repetiría un millón de veces!
-Cariño, fué muy muy especial, pero sabes que no podrémos repetirlo...yo, yo... Martín, yo estoy...casada.
-Lo se, pero la vida es larga, dame una oportunidad, ahora me toca a mi hacerte feliz...
Martín la miraba con unos ojos cargados de ternura, de inocencia... como un niño que se niega a que le quiten su juguete favorito...
-Es complicado, lo sabes. Hay demasiadas cosas que nos separan, que hacen imposible que volvamos a repetir lo que ocurrió anoche.
-Laura, que te parece si hablamos de esto, cuándo volvamos a Madrid, ahora propongo que disfrutemos de la comida y que saboreemos lo que ha pasado entre nosotros.
- Tienes razón, me quedan solo un par de horas en Barcelona y quiero aprovecharlas a tu lado. Cuando volvamos a Madrid, a nuestra vida real, a la rutina, nos olvidaremos de esta locura...
-No, Laura. Yo no voy a olvidarme de ti, y te aviso, que no voy a renunciar a verte...
La comida fué una delicia y Martín , la mejor compañía. A las cuatro, Laura estaba facturando su maleta en el aeropuerto, después de un apasionado beso en el taxi (bajo la mirada perpleja del taxista...), y un:- hasta muy pronto...-
Enrique hablaba por teléfono, cuando Laura salió de la terminal. Le saludó con la mano y fué a su encuentro.
-¡Hola Laura!¿Qué tal el vuelo? ¿Todo bien en Barcelona?
-Si, estoy un poco cansada...tengo ganas de llegar a casa, darme un baño caliente y acostarme.
-Acabo de hablar con Carlos, Carlos Barea. Me ha llamado porque tu teléfono estaba apagado y le expliqué que estabas volando. Mañana es el cumpleaños de Mónica y le ha preparado una cena sorpresa, quiere que vayamos.
-Vaya...¿Mañana? Es un poco precipitado...
-Le he dicho, que creía que no tendríamos problema, pero si no te apetece, le llamo y...
-No, no hay problema. Por cierto, me encontré en Barcelona con su hijo Martín. Ha grabado un disco y lo presentaban en la Fnac de Diagonal.
-¿Su hijo? Hace tiempo que no lo veo, pero recuerdo que era un niño...
-Pues eso quedó atrás... Tiene ya 21 años. No le reconocí, nos saludamos y me invitó a tomar un café.
Llegaron al coche y se dirigieron a casa, hablando de algunas novedades surgidas esa semana en el trabajo de Enrique.
Al día siguiente, Laura, se arregló con esmero. Se propuso estar muy guapa en la fiesta de cumpleaños de Mónica y no quería parecer insegura o nerviosa cuando saludara a los padres de Martín ¡Si ellos supieran...! De camino a su casa, pararon a comprar un centro de flores para Mónica y un par de botellas de Cava.
Cuándo Carlos abrió la puerta, Laura vió en sus ojos la admiración que sentía por ella y entendió el comentario que un par de noches antes, le había hecho su hijo. Saludaron a Mónica, que miró de arriba a abajo a Laura, con gesto de desaprobación mientras le decía lo estupenda que estaba y lo bien que llevaba los años.
Pasaron al comedor después de tomar un cóctel en el jardín, donde saludaron a viejos amigos y fueron presentados a otros. Al sentarse, observaron, dos sillas vacías y Mónica, explicó a sus invitados, que pertenecían a su hijo y su novia, pero que él, estaba volviendo de Barcelona, y que probablemente su vuelo se habría retrasado. En ese momento, se abrió la puerta y aparecó Martín y Sara. Formaban una pareja ESPECTACULAR. Martín se disculpo por el retraso, y se acercó a su madre:
-¡Felicidades mamá! Estás guapísima y mas joven que el año pasado...
-¡Qué zalamero es este chico! Gracias hijo. Sentaos, luego habrá tiempo de saludar a nuestros invitados.
Sara ocupó la silla, frente a Enrique y Martín, tenía enfrente a Laura. La miró a los ojos y sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y empezaron a cenar. La conversación fue ligera y divertida. Los postres, se servirían en el jardín, frente a la tarta de cumpleaños de Mónica.
Capítulo VII
Martín iba de un lado a otro del jardín saludando a los invitados y presentando a Sara, su novia. Cuando llegaron al grupo en el que estaba Laura, Martín dijo:
-Sara, esta es Laura, cómo te conté, coincidimos en Barcelona. Es amiga de mi padre desde la universidad, así que olvida tus ridículos celos, porque Laura...podría ser mi madre y tu futura suegra...
Lo dijo, de forma tan espontánea que logró arrancar una carcajada a todo el grupo, con la excepción, de Mónica y de la propia Laura, que sintió una estocada en su corazón; se sintió ofendida y humillada. Tras mantener el tipo como pudo, se alejó del grupo y se dirigió al cuarto de baño, necesitaba frescarse y unos momentos a solas... Carlos, el padre de Martín, se interpuso en su camino
-Laura, disculpa a Martín, a veces es un bocazas.
-No, no te preocupes, no pasa nada.
-Así que ¿Coincidisteis en Barcelona?
- Si, casualmente, tomando un café.
-Espero que como mínimo, te invitara...
-Si, lo hizo, se comportó como un verdadero caballero. Voy a buscar a Enrique; nos marchamos.
-¿Tan pronto? Ni siquiera hemos brindado aún...
-Disculpame, Carlos, pero ha sido una semana complicada en Barcelona. Estoy cansada y el lunes, salgo de nuevo de viaje.
-Tranquila, estás disculpada y muchas gracias por venir, a pesar de avisaros con tan poco tiempo, pero la idea surgió de repente. Mónica no lleva bien eso de cumplir años "en público" pero desde hace algún tiempo, la noto un poco deprimida y quería ver si una fiesta le animaba un poco.
-Eres un encanto, siempre pendiente de tu familia. Tienen mucha suerte.
Martín, se acercó dónde Laura y su padre estaban hablando.
-Laura y Enrique ya se marchan. Hijo, has sido muy desafortunado tu comentario cuando has presentado a Laura.
-¿Te ha molestado? Lo siento... No era mi intención...¿Nos perdonas papá? Quiero disculparme en privado con tu amiga...
-Muy bien. Os dejo. Laura, de nuevo, muchas gracias por venir.- y se alejó con cierta perplejidad por la petición de Martín de quedarse a solas con Laura.
Se dirigieron al interior de la casa y cuando quedaron fuera del alcance de los invitados, Martín se acercó a Laura y la beso. Ella intentó resistirse, forcejearon un momento, pero él era más fuerte y no se dió por vencido hasta que consiguió que Laura correspondiera su beso.
-¡Te has pasado Martín! Te has pasado tres pueblos...
-Eres un estúpido ! Me he sentido tremendamente humillada delante de tu novia, eres un cínico.
- Te pido humildemente perdón, solo lo hice para alejar cualquier sombra de sospecha sobre nosotros... pero veo que ha sido peor el remedio que la enfermedad...
-Pues si, por tranquilizar a tu novia, has hecho que me sintiera imbécil y tu madre también se ha molestado, solo con el supuesto de que yo hubiera podido ser tu madre y... la mujer de tu padre...
- Tienes razón, no he pensado en las consecuencias de lo que decía para vosotras dos. Lo siento, no volverá a pasar nada parecido. ¿Me perdonas?- mientras tomaba a Laura por la cintura y la miraba con ojos encendidos de deseo-
-Si me miras así... No tengo mas remedio... ahora, tengo que marcharme.
-¿Podemos quedar a comer algún día la próxima semana?
-El lunes me voy a Roma y no vuelvo hasta el viernes. Tengo que asistir a un congreso.
-Y ¿Qué te parece si me voy contigo?
- Pues me parece que te has vuelto loco de atar...
- Laura, mañana te llamo y concretamos... -Dijo esto y después, besó su mano, mientras se despedía con una reverencia y un guiño.
El domingo Laura estaba inquieta y pendiente de su móvil. Sobre las cinco, Martín se puso en contacto con ella.
-Hola cariño. Llevo 17 horas sin verte y ¡no puedo más! ¿A qué hora sale nuestro avión mañana?
-Vuelo con Alitalia y creo que el avión sale a las 10:45, pero ¿Estás seguro?
-¡Claro! 5 días contigo...¡Cómo me lo voy a perder! Ademas en la ciudad de AMOR al revés...Voy a reservar ahora mismo el billete, espero tener plaza...si no, tendrás que hacerme un hueco en tu maleta...Hasta mañana "Il mío amore..."
Laura estaba perpleja. No podía creer en lo que estaba metida. ¡Tenía una aventura con un chico 25 años más jóven que ella!¿Cómo se había metido en este lío ? Vinieron a su cabeza imágenes de la noche que pasó con Martín en Barcelona y su cara de preocupación, se tornó en una sonrisa. Se dirigió a su habitación a preparar el equipaje. -
Capítulo VIII
Laura no dejaba de mirar su móvil, no tenía ni llamadas ni mensajes... y ya estaba a punto de embarcar. Tal vez no quedaban plazas en el avión y Martín se encontraría con ella en Roma a lo largo del día, o volaría en otra compañía pero...¿ni un mensaje? Cuando entregaba a la azafata su tarjeta de embarque, Martín la agarró por la cintura y le susurró al oído:
-Buenos días, princesa...- Laura se sobresaltó.-
-Vengo corriendo, ni siquiera he facturado. Sara se ha empeñado en traerme y no quería coincidir contigo en facturación, para que no empezara a emparanoiarse, solo traigo mi guitarra y un par de cosas en la mochila, así que tendremos que salir de compras en Roma.
Martín habló con la chica que ocupaba el asiento contiguo al de Laura, para que le cambiara el sitio y poder viajar a su lado. No fué difícil, dado su encanto personal y que... a cambio, le ofrecía un asiento en preferente (era la única opción que encontró al sacar su billete tan precipitadamente)
Llegaron a Roma y se instalaron en el Gran Hotel Palazzo Carpegna, allí tenía lugar el congreso de Laura. Declinó por e-mail, varias invitaciones a cenas y diferentes compromisos que había adquirido previamente, para disponer de más tiempo y poder estar con Martín. El congreso empezaba por la tarde con una conferencia inaugural y la cena, así que aprovecharon hasta ese momento, para dar un paseo por la ciudad, comer algo y por supuesto, degustar un helado frente a la Fontana de Trevi.
A las 18:00 volvieron al hotel con el tiempo justo para el arranque del Congreso. En el ascensor, Laura coincidió con un colega:
-Si, Hola. ¡Qué sorpresa! ¡Cuánto tiempo! ¿Vienes al congreso?
-Si. Acabo de llegar. Mi avión ha llegado con casi dos horas de retraso, así que llego con el tiempo justo de tomar una ducha y bajar a la conferencia y ¿tú? ¿cuándo has llegado?
-¿Llegamos?, ¿has venido con tu marido?
-Ah...bueno..no, no veras... te presento a Martín...mi, mi...HIJO.
-Vaya! No sabía que tenías un hijo! Hola, me llamo Miguel, Miguel Molina. ¿Te dedicas a la medicina como tu madre?
-No, no, lo mío es la música y la arquitectura.
-Bueno, he llegado a mi planta, ya nos veremos por aquí. Hasta ahora Laura y Martín; encantado de conocerte.
Cuando las puertas del ascensor se cerraron, Martín soltó una enorme carcajada;
-Jajaja! ¿Tu hijo? Bueno, pues vamos empatados a trolas...
-Perdona, no sabía que responder, es lo primero que se me ha ocurrido... trabajé con Miguel hace un millón de años en el hospital y no creo que pueda atar cabos sobre tú y yo.
-Bueno, pues ahora llamamos a mi madre, y se lo contamos: ha perdido un hijo y ha ganado una usurpadora-asalta cunas... jajaja.
A las 18:30, empezaba la primera sesión del congreso y Martín, decidió quedarse en la habitación, tocando la guitarra y actualizando su curriculum. Aprovecharía el tiempo que Laura estuviera en las ponencias, para distribuir alguno por constructoras en Roma, tal vez, podría hacer su proyecto fin de carrera en esta fantástica ciudad , si conseguía algún trabajo para cubrir gastos.
A las 21:00 Laura volvió.
-¿Qué tal? ¿te aburriste?
-No! Para nada! y ¿tú? ¿interesante?
-Muy muy interesante. Tenía mucho interés en asistir a este congreso, donde se presentan las últimas novedades en cirugía. Prácticamente, estamos llegando a la "ciencia ficción" a la hora de operar.
-¿Estás libre para cenar?
-No, hoy no. Es la primera jornada y después de la cena hay una presentación, que no puedo perderme.
-Bueno, te espero despierto...-le dijo, mientras le guiñaba un ojo y ponía cara de pícaro...-
-No, voy a pedir que me suban algo a la habitación. Anoche, casi no dormí y estoy cansado.
-Y... ¿Por qué no descansaste bien?
-Bueno... hacía 5 días que no veía a Sara y hoy volvía a salir de viaje, cuándo vuelva, ella se habrá ido dos semanas a una gira europea con el Ballet Español de Danza Clásica, con un espectáculo de nueva danza española, así que debíamos darnos algo más que "unos besos" de despedida...
Laura no dijo nada. Se dirigió al baño a tomar una ducha y prepararse para la cena. Sabía que no tenía derecho, pero sintió unos celos horribles al imaginar a Martín acostándose con Sara; su novia, una jóven preciosa, bailarina de danza clásica y con la que vivía desde hacía casi un año.
Una de las cosas que más seducía a Laura de Martín, era su manera espontánea de hablar. Decía las cosas como las pensaba, sin adornos ni excusas. No se había molestado en evadirse cuando le preguntó porque no había dormido el día anterior, él, con toda naturalidad y confianza, se lo había contado, sin rodeos ni mentiras, aunque claro... le había hecho daño y volvió de nuevo a valorar acabar cuanto antes con esta locura, que empezaba a prolongarse en el tiempo y que si no cortaba de raíz, ya no sería transitoria, si no que podría instalarse en su vida...
Capítulo IX
Cuándo Laura volvió a la habitación, eran casi las doce de la noche. La televisión estaba encendida y Martín, dormía.
Intentó hacer el menor ruido posible y se tumbó a su lado. Le observó durante unos minutos y su cabeza no paraba de dar vueltas preguntándose, que hacía en Roma y en la cama con el hijo de unos amigos al que había visto nacer. Laura siempre se había mantenido fiel a Enrique, su marido desde hacía más de 20 años. Su carrera había sido el centro de su vida y las relaciones personales, siempre habían ocupado un segundo plano. Había trabajado mucho para llegar dónde estaba profesionalmente y su vida familiar, no era para tirar cohetes pero le daba la estabilidad necesaria para vivir.
Nunca había tenido una aventura, y no había sido por falta de ocasiones. Siempre destacaba por su belleza y desde luego por su competencia en el trabajo. Muchos de sus compañeros se habían sentido atraidos por ella. Había pasado más horas trabajando en el hospital que en su propia casa, guardias, intervenciones quirurgicas, seminarios...y había compartido muchas horas con doctores que la admiraban y la miraban no solo en lo laboral sino también por la mujer que se escondía tras ese aspecto tan profesional, pero ella jamás se sintió atraida por otros hombres. Tenía muy claro a lo que iba al trabajo y nunca quiso confundir las cosas o que una "cana al aire" diera al traste con su prestigio como jefa de servicio de cirugia.
Con Martín fue diferente. No penso nada, No valoró nada. Él estaba fuera de su círculo en todos los ambitos; en el profesional y en el social. Estaba muy lejos del nivel de madurez en el que ella se movía. Martín estaba empezando su vida, abriéndose camino en lo profesional y todavía preparándose en sus estudios y con cientos de ilusiones y proyectos de futuro en la música.
¿Qué le estaba pasando? ¿Había llegado a la "crisis de los 40"? ¿Necesitaba a alguién como Martín para absorver su energía? ¿Quería recuperar su juventud a base de golpes de pasión? Le dolía la cabeza y decidió no pensar más por hoy. Apago el televisor e intentó dormir.
Las caricias de Martín la despertaron.
-¡Hola princesa! ¿Porque no me has despertado?
-Estabas muy guapo e inofensivo durmiendo, no quería despertar al "tigre"...
-Pues aquí me tienes dispuesto a...¡DEVORARTE! Aumggghh.
Y se abalanzó sobre Laura inmovilizándola y jugando a mordisquearla por todas partes...
Después de dos horas, estaban exhaustos.
-Deberíamos dormir un rato. Son casi las 5 de la mañana y la primera ponencia es a las 8,30.
-¡Oye! Estos colegas tuyos son unos "negreros", pero si a esa hora, no se han levantado ni los de recepción...
-A las 10:30 hay un descanso y me puedo escapar hasta las 17:00, no me interesa demasiado lo que se ofrece hasta esa hora, asi que piensa que quieres que hagamos.
-Pues yo creo que podríamos quedarnos en la habitación, que seguro, que se me ocurre algo...
-¡Martín!¿Quieres matarme?
-No, claro que no, solo quiero ver tu cara cuando te hago estas propuestas.
Te prometo que voy a ser bueno, y hasta voy a proponerte, que vayamos al Vaticano para confesarme... porque creo que estoy siendo malo... muy malo y voy a ir al infierno...
-Bueno, ese es tu punto de vista, yo creo que estás siendo bueno, muy muy bueno...al menos en la cama...
Y ahora fue Laura la que se abalanzó sobre Martín y empezó a besarle y a provocarle...Martín respondió encantado a la provocación.
Laura volvió a su habitación pasadas las 10:30 de la mañana, después de la primera ponencia del día. Martín, seguía dormido, igual que cuando se fue a las ocho. Lo miró con ternura. Si despierto era un hombre increíble, dormido parecía un niño inofensivo que despertaba en ella incluso su instinto maternal. Esa sensación le desató de nuevo esa desazón que sentía por esta locura que estaba viviendo. Pero ¿Por qué había accedido a mantener esta relación con Martín? ¿Le veía como el hijo que nunca tuvo? Pero no, su relación no era materno filial, sino una relación de amantes en toda regla que en ese momento le pareció más insana e inapropiada todavía. Pero allí estaban, en la misma habitación, compartiendo cama y solo pensar en la noche de pasión que había vuelto a experimentar a su lado, consiguió que se le erizara todo el vello de su cuerpo. "A lo hecho; pecho", así que ya no quedaba otra que aprovechar esos cinco días en Roma, porque después, lo quisieran o no, deberían enfrentarse con la realidad y lo IMPOSIBLE de su relación.
Laura se acercó a Martín y lo besó, en la frente, en sus ojos, su cara y finalmente en los labios. Él abrió los ojos, le sonrió y la atrajo hacia él.
-¡Ey, Ey, tigre, que nos tenemos que ir! ¿no te acuerdas que tenemos visita al Vaticano hoy? Tienes que redimir tus pecados antes de que sea más tarde...
-Buenos días princesa! ¿Ya has vuelto de la conferencia?
-Dame 10 minutos, me doy una ducha y nos vamos.
Visitaron la Capilla Sixtina, San Angelo, y comieron en Tre Scalini en la Piazza Navona (inolvidable su Tartufo Negro...)
A las cuatro, Laura dejó a Martín en la puerta del estudio de Arquitectura de Massimiliano Fuksas, un afamado arquitecto italiano responsable de infinidad de proyectos internacionales como el edificio de Armani de la Quinta Avenida de Nueva York , El centro comercial Myzeil en Frankfurt,o el Zenit Music Hall de Estrasburgo entre otros.
Martín conoció a Giovanni, sobrino de Fuksas cuándo cursó en Madrid su año de Erasmus, así que aceptó su ofrecimiento de hacerle una visita en Roma y ver en persona el estudio de arquitectura mas prestigioso de Italia. Tal vez incluso podrían ofrecerle algún trabajo si finalmente decidía llevar a cabo en Italia su proyecto fin de carrera.
Laura, regresó al hotel y a las cinco empezó la ponencia más importante del congreso. A las nueve, Martín aún no había vuelto y Laura decidió, no bajar a cenar con sus colegas del congreso para poder hacer planes con Martín, tal vez podrían ir al Trastevere, conocía un restaurante encantador en La Via del Genovesi: Spirito DiVino, estaba segura que a Martín le encantaría su Ratatouille con Albahaca.
A las once, Martín no había llegado todavía y Laura estaba muy preocupada. Le llamó infinitas veces pero su móvil estaba apagado. Su preocupación, se fue tornando en enfado. No podía entender su falta de delicadeza al no llamarla para avisar que tardaría en venir. A más de la una de la madrugada, a Laura le venció el sueño.
Cuando estaba maquillándose para asistir a la clausura del Congreso, llegó Martín. Eran más de las ocho de la mañana. Entró al cuarto de baño, abrazó por detrás a Laura y le dijo:
-¡Buenos días! ¡Qué guapa estás hoy! y qué bien hueles...-mientras besaba su cuello-
Laura se apartó de él, con brusquedad;
-¡No puedes imaginarte lo preocupada que he estado toda la noche! ¿Dónde has estado? ¡Te he llamado al móvil cientos de veces!
-¡Bueno, bueno, ya ves que estoy perfectamente! Me quedé sin batería eso es todo. Estuve con Giovanni y unos amigos tomando algo por ahí.
-¿Y no se te ocurrió que podría estar preocupada por ti? ¿No podrías haber llamado al hotel y dejado algún mensaje para mi en recepción avisándome que no vendrías a dormir?
-No estoy acostumbrado a dar explicaciones, hace años que mis padres no me piden cuentas.
-Me pareces un irresponsable y sobre todo un egoísta.
Y Laura, tomando su maletín, salió de la habitación.
Durante el tiempo del descanso de las conferencias, un empleado del hotel se acercó a Laura:
-Un joven me ha pedido que le entregue esto.
Laura se alejó del grupo con el que estaba, para abrir el paquete y leer la nota que le acompañaba .
"He sido un auténtico cretino, espero que aceptes mis mas sinceras disculpas y también, este pequeño detalle.
Te ruego que me permitas comer contigo y poder compensarte por hacerte pasar tanta preocupación por mi, (he encontrado más de 30 llamadas perdidas tuyas en mi móvil...)" Un beso.
Abrió el paquete y encontró un precioso colgante.
Laura miró a su alrededor y vio a Martín en la barra del bar. Se acercó hasta él.
-Disculpas aceptadas y muchas gracias, es un colgante precioso. Pero te ruego que no vuelvas a asustarme tanto.
-Lo siento Laura, lo siento de verdad. El tiempo pasó volando y cuándo me dí cuenta era muy tarde para llamar. Fué una visita muy interesante. Dejé en el estudio de arquitectura de Fuksas mi curriculum, y tal vez puedan ofrecerme un puesto de becario.
-¡Vaya, Enhorabuena! y si finalmente te aceptan, ¿Qué pasará con tu grupo? y ¿qué pasará con Sara?
-Bueno, si me aceptan, ya pensaré como resolver los problemas que puedan surgir, pero hasta entonces ¿por qué preocuparme? Laura,¿Podrás escaparte para comer conmigo?
-El congreso se clausura a la una, así que no hay problema. Tenemos un día completo para nosotros hasta que tengamos que volver a casa.
-Muy bien, pues nos vemos en un rato.
Laura tuvo que declinar muchas invitaciones para la tarde y para el día siguiente pero debía aprovechar el tiempo que le quedaba en Roma al lado de Martín, no sabía cuando podría volver a verle ... tal vez ... nunca más podrían compartir una tarde y una noche de pasión. Laura acariciaba su nuevo colgante constantemente. Este chico, sabía como pedir disculpas a una mujer...
-Te propongo que me dejes mostrarte la obra de Bernini en Roma. Estoy pensando en la posibilidad de hacer mi tesis doctoral sobre él. Si te parece bien, podemos ir a la Galería Borghese, La Columnata de San Pedro del Vaticano, La Basílica de Santa Maria del Popolo, el Palacio Farnesio, el de Propagande Fide, Barberini, Montecitorio, y el Castillo de Sant Angelo. La Iglesia de Santa Bibiana, es una auténtica delicia, podemos incluso probar si pueden casarnos allí esta misma tarde...
-Jajaja, no no, me encanta la idea de hacer "la ruta Bernini" con un guía tan fantástico como tú.
El día fué espectacular. Martín hablaba con auténtica pasión de cada edificio, de sus cúpulas, las bóvedas, arbotantes, basamentos, contrafuertes, espadañas, quimeras, tímpanos, arquitraves, pórticos...los elementos sustentados y sustentantes, la relación entre espacios y su compartimentación... Laura estaba segura, que ese chico... ¡ese HOMBRE!, conseguiría todo lo que se propusiera en la vida.
Cenaron en The Place, con música de Jazz en directo. Fue una velada fantástica y les esperaba una de las noches más inolvidables de su vida...
Llegaron a Madrid. Casi todo el viaje lo hicieron en silencio. A Laura no le apetecía nada volver. Pensar en re-encontrarse con Enrique iba a ser difícil... En tantos años juntos, nunca había llegado al grado de complicidad ni mucho menos, a experimentar la pasión, que había vivido junto a Martín en apenas unos días.
Martín por su parte, tenía por delante algunos compromisos con su grupo para promocionar el nuevo disco por diferentes televisiones y emisoras de radio. Sara estaría fuera todavía unos días y tendría tiempo para ver a Laura. Necesitaba tiempo para pensar que iba a pasar con respecto a su novia, a Laura y a su futuro. Era muy extraño pero nunca había sentido nada parecido por ninguna mujer. Laura era exactamente lo que siempre había soñado pero, claro, había demasiadas cosas que les separaban...
Cuándo llegaron a Madrid, tomaron un taxi y se dirigieron primero a casa de Martín. No vivía lejos del aeropuerto. La casa, aunque no muy grande era tremendamente acogedora. La alquiló cuándo Sara y él decidieron irse a vivir juntos.
Laura decidió que no iba a aceptar la invitación de Martín a pasar y tomar algo antes de ir a su casa.
Le avergonzaba en cierto modo mirar a los ojos a Enrique, tenía que enfrentarse a ello cuanto antes, porque hasta que no lo hiciera, sentiría ese malestar en el estómago, además, también necesitaba tomar distancia con Martín, habián sido días muy intensos con él, y lo había pasado muy bien y también... muy mal.
Al llegar a casa, Enrique estaba en el salón. Tenía mala cara. Laura se acercó a saludarle.
-¿Te encuentras bien? -le dijo mientras le tocaba la frente como un acto mecánico y profesional.
-No, Laura. No me encuentro bien. He pasado una semana fatal.
-El martes, sufrí un desvanecimiento en el trabajo y mis compañeros me dijeron que estuve unos minutos inconsciente. Llamaron al Samur y encontraron que mi tensión estaba muy baja. Me recomendaron ir al hospital, pero me negué porque me sentía bien aunque sin mucha fuerza. Al día siguiente comencé a vomitar y tuve algo de fiebre y como ayer no estaba mejor, me acerqué a tu hospital y me vio Armando.
-Si, me hicieron de todo y en cuanto tengan los resultados, nos llaman.
-Voy a llamar ahora al hospital, a ver si ya tienen algún resultado. ¿Cómo no me has dicho nada cuándo hemos hablado?
-Y ¿de que iba a servir? Estaba seguro de que te preocuparías y no podías hacer más de lo que ya estaban haciendo tus compañeros en el hospital por mi.
Laura marcó el teléfono de Armando, su adjunto en el hospital.
-Hola Armando. Acabo de llegar a Madrid. ¿Cómo van las cosas por el hospital? ¿alguna novedad?
-No, todo está en orden, pero tenemos que hablar de Enrique, tu marido.
-Si, por eso te llamaba. Me ha dicho que esta semana se ha encontrado mal y que le habéis hecho una batería de pruebas. ¿Tenéis ya algún resultado?
-Laura, no tengo buenas noticias. Creo que deberíais venir al hospital lo antes posible.
-Vamos para alla, inmediatamente. Muchas gracias.
Laura pensó que algo muy grave estaba pasando cuándo Armando fue tan contundente en sus palabras...
-Enrique, han surgido unos contratiempos en el departamento y tengo que ir al hospital. No tardaré.
-Muy bien. ¿Saben algo de mis pruebas ya?
-Ahora cuándo vaya me acerco al laboratorio a ver si están los resultados de tus análisis.
Laura temía que Enrique pudiese oír los latidos de su corazón, que se le salía por la boca. Intentó disimular todo lo posible para que su marido no sospechara que algo malo estaba ocurriendo. Tomó su coche y en diez minutos llegó al hospital. Ni siquiera tomó el ascensor. Subió las escaleras de dos en dos hasta llegar al despacho de Armando.
-Hola Armando. ¿qué pasa?
-¿No ha venido Enrique contigo?
-No, he preferido que me informaras a mi primero de lo que le pasa.
-Los análisis indican que probablemente Enrique tenga... un linfoma. Deberíamos realizar lo antes posible una biopsia de la médula ósea para asegurarnos si es o no leucemia
Laura sintió que se le venía el mundo encima. No pudo encajar palabra. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Armando la tomo por los hombros e intentó infundirle ánimos.
-¡Vamos Laura! no puedes venirte abajo, sabes que ante esto hay que sacar fuerzas de flaqueza y plantarle cara a la enfermedad. Tienes que ser fuerte por él y lanzarte a la batalla con toda la fe que puedas!
-¡Hacía algún tiempo que Enrique se quejaba de cansancio, había perdido peso, pero nunca sospeché que podría tratarse de esta barbaridad! ¿Puedo ver los análisis?
-¡Madre mia! ¡Tiene que ponerse en tratamiento cuánto antes! ¿Cómo voy a decírselo?
-Traételo el lunes al hospital y se lo decimos entre los dos.
-¿Cómo voy a esperar hasta el lunes? No voy a poder disimular el fin de semana. ¡Pobre Enrique! No se lo merece.
-Nadie se lo merece, sabes mejor que nadié lo caprichosas que son este tipo de enfermedades, te tocan y hay que afrontarlas, no queda otra alternativa.
-Perdona Armando, ahora no me siento médico, me siento una de las víctimas a las que siempre he observado desde el otro lado de mi mesa.
-¡Vamos Laura! Hay que ser positivos. Necesitamos cuánto antes la biopsia para poder saber a lo que nos enfrentamos. ¿Quieres que te lleve a casa y hablamos con Enrique?
-No Armando, muchas gracias, pero creo que al verte se va a asustar más todavía. Tengo que armarme de valor y enfrentarme a esto yo sola.
Laura llegó a su coche y allí se derrumbó. Se sentía fatal y...
Mientras Enrique estaba sufriendo los síntomas de su terrible enfermedad ella se estaba divirtiendo con Martín. Se recompuso, no podía castigarse de esa manera, ni mucho menos gastar lágrimas y energía en lo que ya era el pasado, ahora había que mirar de frente el futuro, que se perfilaba ante ellos amenazante...
Mientras Laura se dirigía a casa, llamó a Carlos Barea.
-Pues mira, te llamo porque necesito contarte algo y sobre todo, necesito tu ayuda.
-¿Qué ocurre Laura? Desde luego, puedes contar conmigo.
-Todavía tenemos que realizar pruebas, pero todo indica que Enrique podría tener un linfoma. Esta semana ha estado muy indispuesto y los análisis indican que podría tener leucemia. Él todavía no sabe nada. Estoy camino de casa y no se ni cómo decírselo...
-¡Laura, querida! cuánto lo siento. Estoy a tu disposición para lo que quieras.
-Estaba pensando que preferiría que la biopsia de la médula se la hicieras tú en el hospital, eres el mejor hematólogo que conozco y yo estaría más tranquila si tu te encargas personalmente del caso.
-Cuenta con ello. Ahora mismo, estoy de guardia en el hospital. Si quieres, podéis venir esta misma tarde y empezamos el protocolo con Enrique, incluso si se confirmara el diagnóstico, yo mismo podría preparar el transplante de médula si fuera necesario, pero no adelantemos nada, vamos paso a paso y no te preocupes antes de la cuenta.
-Gracias. Estoy llegando a casa, después de hablar con Enrique, te vuelvo a llamar. Muchas gracias, Carlos, de todo corazón.
Laura estaba entrando en el salón de su casa y todavía no sabía cómo iba a decirle a Enrique la terrible noticia... No hizo falta decir mucho, porque en cuanto vio su cara, a Enrique se le dispararon todas las alarmas...
-Laura, ¿Qué ha pasado? Tengo algo malo, ¿verdad?
-Enrique, no te precipites, las pruebas no son concluyentes, hay que hacer algunas más. Los análisis apuntan a una anémia aguda. He hablado con Carlos Barea. Está de guardia , y si tú quieres, podemos ir esta misma tarde y despejamos dudas sobre el diagnóstico.
Enrique se dejó llevar, y esa misma tarde fue ingresado en el hospital dónde trabajaba Carlos Barea, que se encargó personalmente de todos los trámites de ingreso y de las pruebas para precisar el diagnóstico.
Tras analíticas exhaustivas, una biopsia de la médula, y pruebas de imagen, el diagnóstico fue muy claro; Enrique padecía una leucemia linfoide aguda.
A partir de ese momento, empezó un calvario que duró mas de dos meses con tratamientos de quimioterápia, radioterápia e incluso se programó un transplante de médula ósea que desafortunadamente no funcionó.
Laura durante este tiempo fue el mejor apoyo para Enrique. No se separó de él en ningún momento e incluso, tramitó una excedencia laboral para poder cuidar a su marido el tiempo que fuera necesario. Estaba agotada y cada vez más deprimida viendo que nada funcionaba y que la enfermedad de Enrique avanzaba muy rápidamente sin dejar lugar a ninguna esperanza de restablecimiento.
Laura, se sentía mal, las ojeras afloraron a su cara, se sentía débil y mareada, apenas dormía aunque disponían de una habitación privada en exclusiva para ellos y un servicio de enfermería pendiente de las necesidades de Enrique veinticuatro horas al día. Carlos pasaba todo el tiempo que podía al lado de sus amigos e intentó probar todos los tratamientos posibles para sanar a Enrique, pero nada funcionaba.
Martín, también apoyó a Laura todo lo que pudó. Intentaba llevarla a que comiera algo, pero no le apetecía nada, incluso sentía asco de cualquier alimento, tenía como un nudo en el estómago y vivía en una continua nausea. Paseaban por los alrededores del hospital, hablaban de lo difícil que esto estaba resultando y en todo momento Martín estaba disponible para cualquier reclamo por parte de Laura.
A los dos meses de ingresar en el hospital, Enrique falleció.
¡No podía creerlo! ¡No podía creer cómo su vida había dado un giro tan cruel! ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Cómo podría acostumbrarse a vivir sin la presencia de Enrique? Había estado más de media vida a su lado y sentía que le habían arrancado la mitad de su corazón.
A pesar de ser una mujer independiente, una gran profesional, de viajar por su trabajo muchos días al año, Enrique le había aportado la serenidad y la estabilidad que ella necesitaba para llevar ese tipo de vida. Él siempre había querido tener hijos pero renunció a la paternidad para complacer a Laura en su deseo de progresar profesionalmente, ¡Qué tonta y que egoísta había sido! ojalá tuviera unos hijos de Enrique en los que poder cobijarse ahora que él se había ido para siempre...
Carlos Barea y Laura compartieron muchas horas juntos mientras Enrique estuvo ingresado. Hablaron de sus planes familiares de metas profesionales, y también de sus preocupaciones. Carlos confesó a Laura que siempre la había admirado y no solo en lo profesional. Le parecía una mujer increíble en la forma de llevar su vida y reconocía lo generoso de su decisión de aparcar lo profesional que tanta importancia tenía para ella, por estar al lado de su marido en este momento difícil de su vida.
Las cosas con Mónica no iban bien. Estaba apática, deprimida y nada le hacía salir de ese letargo en el que estaba desde hacía meses. Se excusaba diciendo que no veía mucho sentido a su vida ahora que sus hijos eran mayores. Martín ya se había independizado y vivía con su novia y Miryam, estudiaba en el extranjero y solo la veían un par de veces al año. Pasaba mucho tiempo sola. Carlos, cada vez estaba mas involucrado en su trabajo, hacía muchas guardias y daba clases en la universidad. Todo esto ocupaba la mayor parte de su tiempo y sobre todo, de su interés.
Que Carlos pasase en el hospital mucho más tiempo desde que ingresó Enrique, tampoco benefició la relación con su esposa ya que la prioridad de Carlos parecía ser estar todo lo posible al lado de Laura e investigando posibles tratamientos para Enrique.
Un día al volver Carlos a su casa, Mónica le informó de su deseo de marcharse.
-Carlos, he decidido marcharme un tiempo a la casa de la playa.
-¿Ahora? estamos en pleno otoño, aquello va a estar ahora muy solitario, te vas a aburrir.
-No más de lo que me aburro aquí. Necesito tiempo para pensar. Lo nuestro va de mal en peor...
-Pero: ¿me he perdido algo? Yo creo que "lo nuestro" está como siempre.
-A ver, dime; ¿Cuántas horas has pasado fuera de casa en la última semana?
-No se... he tenido clases y guardias y...
-Ya... te lo voy a decir yo; no te he visto más que un rato el miércoles por la tarde y ni siquiera dormiste en casa.
-Sabes que es un momento importante, acaban de empezar las clases en la universidad y hay que ajustar horarios, tutorías, seminarios, programaciones... y en mi departamento del hospital hay un par de bajas, lo que me implica doblar algunos días.
-Y también está Enrique y...¡LAURA!
-Pues sí, también quiero estar a su lado en este momento tan difícil por el que están pasando, no solo como médico sino también como amigo. Eres muy egoísta e insensible, querida.
-Ya... Núnca has olvidado a Laura y ahora estás aprovechando este momento para ganar puntos delante de ella. Lo he pensado muy bien y mañana me marcho.
- No voy a molestarme en replicar tus tonterías, Mónica, ¡estás paranoica! si quieres irte, ¡adelante! haz lo que gustes.
Mónica se quedó perpleja. Carlos no insistió lo más mínimo en que se quedara, es más, tenía la impresión de que se alegraba de que le dejara en paz. Preparó su equipaje y al día siguiente se marcho. A partir de ese momento, Carlos a penas pasaba por su casa y se quedaba en el hospital con Laura cuando no le reclamaban sus responsabilidades laborales.
Cuando Enrique falleció, Mónica volvió para el entierro. Odiaba a Laura, ¡la odiaba! Odiaba que por su culpa, la relación con su marido se hubiera enfriado por completo y aprovechó un momento a solas con ella, antes del funeral para hacerle más de un reproche:
-Mónica, muchas gracias por haber venido al entierro de Enrique, Carlos me comentó que has estado fuera.
-Si, así es. Me fui, porque no tenía sentido seguir en casa. Mis hijos están viviendo fuera y desde que Enrique ingresó, el único interés de mi marido era estar contigo y volcado en su trabajo. No aparecía apenas por casa.
-Siento mucho haber causado esa sensación en ti. Carlos ha hecho todo lo posible por evitar lo que finalmente le ha ocurrido a mi marido. Ha trabajado incansablemente probando diferentes tratamientos y yo nunca voy a olvidar su apoyo hasta el último instante.
-Pues gracias a vosotros, Carlos y yo estamos pasando por el peor momento de nuestra relación, incluso podemos acabar separándonos por tu culpa.
Laura empezó a llorar. Estaba muy cansada y muy triste por los acontecimientos y no le quedaban fuerzas para contestar las crueldades con las que Mónica la estaba bombardeando. Intentó disculparse con Mónica, pero sus reproches, le estaban llegando el peor momento de su vida...
-Nada, no pasa nada Martín. Voy a tomar un taxi, vuelvo a casa.
-¿No te quedas al funeral?
-No, ya he visto a Laura y le he dicho cuánto siento esta situación que nos ha afectado mucho a todos...
Y se alejó con paso firme. ¡Por fin había puesto a "esa" en su sitio! No era tan fuerte como parecía, tal vez la había sobrevalorado todos estos años, al fin y al cabo era una mujer como otra cualquiera.
-Laura ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho mi madre?
-Nada, no te preocupes, ya te contaré, el funeral está a punto de empezar.
Carlos tomó de un brazo a Laura y Martín le tomó del otro para entrar en la iglesia.
Capítulo XV
Después del entierro, Laura volvió a su casa a la que durante los dos meses que duró la enfermedad de su marido, solo acudía para tomar una ducha y cambiarse de ropa. Su hogar desde hacía más de veinte años, se le caía encima, y además para remate de fiesta, en pocas semanas, sería Navidad.
Declinó todas las invitaciones que recibió por parte de su familia para trasladarse a pasar algunos días con ellos. También rechazó la propuesta que Carlos le hizo de emprender un largo viaje en su compañía aprovechando las vacaciones navideñas en la universidad y los días libres en el hospital acumulados por las guardias, (si Mónica se enterara que se iba de viaje con Carlos, era capaz de asesinarla con sus propias manos...)
Martín había terminado su relación con Sara. Demasiados viajes por ambas partes, ella con sus giras y él con la promoción de su disco, consiguieron que los celos de Sara llegaran a extremos que Martín no pudo soportar, además ya era seguro que iba a trasladarse a Roma para realizar el proyecto de fin de carrera a primeros de año. Propuso a Laura que se fuera con él a buscar piso para instalarse mientras durara la elaboración de su proyecto y así pasar lejos de casa las Navidades que este año, seguro, iban a ser especialmente duras para ella...
Pero Laura no tenía ganas de nada. Solo quería meterse en la cama y llorar. Quedarse dormida y despertarse dos meses más tarde y que ese dolor que le partía el corazón hubiera desaparecido, pero claro... eso era imposible. Decidió hacer un ligero equipaje y marcharse durante algún tiempo a un lugar que no le trajera ningún recuerdo, e intentar ordenar sus sentimientos y su vida.
Decidió alquilar una pequeña casa en una apartada aldea de Soria. Una casa de piedra y madera dónde poder llorar sin interrupciones, descansar y alejarse de compromisos y compasiones de sus familiares, compañeros y amigos.
La casa era pequeña pero muy confortable. Contaba con una gran chimenea que a pesar del frío exterior del mes de diciembre, le aportaba una calidez muy grata. Tenía gran previsión de leña para alimentarla y contaba con solo un dormitorio dominado por una antigua cama, una sencilla cocina y un rústico cuarto de baño. No había televisión ni cobertura en el móvil y el pueblo más cercano estaba a unos dos o tres kilómetros.
Laura fue a comprar lo más necesario; algo de verduras, pan, frutas, un poco de carne y pescado fresco, café y no mucho más. Saldría cada dos o tres días a buscar provisiones al pueblo y allí podría consultar su buzón de voz por si surgía alguna novedad.
A los pocos días se encontraba más tranquila, ubicada y conseguía dormir por la noche. Todo el día le acompañaba una sensación de ensimismamiento, de melancolía, y una debilidad que a pesar de empezar a comer con orden no conseguía que la dejara. Por las mañanas se sentía mal mareada, y con angustia en el estómago pero a lo largo del día mejoraba y por la tarde se encontraba de maravilla, con fuerza y ánimo para dar largos paseos por los alrededores, provista de ropa de abrigo.
Cuándo se cumplían diez días de su llegada a Soria, empezó a preocuparse seriamente por su malestar matutino y decidió acercarse a la farmacia, para que le tomasen la tensión y comprar algún remedio contra ese malestar que le acompañaba solo por las mañanas. Cuándo iba aproximándose al pueblo con su coche, una idea pasó por su cabeza cómo un relámpago y frenó en seco... ¿Sería posible que estuviese embarazada?
Laura dió la vuelta y volvió a casa. La cabeza le daba vueltas y empezó a calcular...
Efectivamente, hacía más de dos meses que no tenía el periodo. Reparó en ello un par de veces, pero no le dió ninguna importancia, ya que había estado sometida a una gran tensión durante la enfermedad de Enrique. Laura estaba en una edad dónde los desarreglos hormonales podían ser habituales, además no tenía ni tiempo ni ganas de pensar en nada mientras duró la enfermedad de su marido.
Cuándo entró en la casa, le temblaba todo el cuerpo, se sentó porque sentía que las piernas no le sujetaban, intentó tranquilizarse y volver a calcular la fecha de su última regla.
¡Cielo Santo! fué a últimos de septiembre! unos días antes de su viaje a Barcelona!
¡No! ¡No podía ser posible! ¡Esto era una pesadilla!
Volvió a pensarlo... Después del viaje a Barcelona, estuvo en Roma, y a la vuelta...se encontró con la noticia de la enfermedad de Enrique, ese mismo día ingresaron en el hospital y no había salido de allí hasta que Enrique falleció... así que, efectivamente, hacía casi tres meses que no...
Volvió a coger su coche y se dirigió a la farmacia y compró una prueba de embarazo. Tenía que descartar esa posibilidad cuanto antes.
Desde luego, si se confirmara su embarazo, tenía muy claro que el padre sería...
¡No!, ¡No podía estar pasándole esto a ella!
Laura, esperaba que se tratase de un desarreglo hormonal propio de su edad, porque un embarazo ahora...
una bendición en el peor momento de su vida?
Su cabeza pensaba a una velocidad de vértigo, y los minutos para comprobar si estaba o no embarazada le parecieron ¡ETERNOS!
Pasado el tiempo estipulado, Laura se quedó lívida, al comprobar que la prueba de embarazo era positiva:
¡Estaba esperando un hijo!
Se derrumbó en un sillón y cuándo se levantó, hacía un rato que ya había anochecido...
Laura se levantó muy despacio y empezó a hacer su equipaje. Tenía que volver a Madrid y hacerse pruebas cuanto antes. Si se confirmaba su embarazo, tenía que tomar muchas decisiones...
¿Seguiría adelante? si lo hiciera: ¿su hijo estaría bien? ¿sería una criatura sana? Después del calvario pasado en los últimos dos meses y completamente ajena a la posibilidad de estar embarazada.
Había pasado muchas tensiones, se había alimentado muy mal y no había tenido en cuenta el riesgo de recibir radiaciones y ella había estado siempre presente en todas las pruebas que le habían realizado a Enrique. A todo esto, había que sumarle su edad. Pasando de los cuarenta, el riesgo de tener un bebé con problemas aumentaba de manera alarmante y lo peor de todo... ¿cómo iba a reaccionar Martín cuando le hablara de su embarazo?
No quería ni imaginar la cara de Mónica... ni la de Carlos cuándo se enterasen que iban a "ser abuelos"... y ¿qué iba a pasar con su carrera profesional? ¿cómo iba a poder compaginar su trabajo y un bebé? ¿qué dirían en el hospital sus colegas? y ¿su familia? y ¿la familia de Enrique?
Mil y una dudas le asaltaban. Se sentía sola, tenía miedo y estaba muy confundida.
Cuándo llegó a su casa en Madrid, llamó a una clínica privada dónde nadie la conocía para que la citasen en consulta lo más pronto posible. Tenía que confirmar su embarazo y hacerse las pruebas oportunas para asegurarse que la criatura estaba bien y a partir de ese momento, iría tomando decisiones.
Al día siguiente a las 10,30 de la mañana, Laura entraba en la consulta de un ginecólogo. No le dio demasiados datos, solo le pidió que confirmara que estaba esperando un bebe y en el estado que se encontraba la criatura.
El Doctor le sometió a una ecografía, en la que confirmó que Laura estaba embarazada de unas 11 semanas y que el corazón del feto latía con fuerza.
No pudo reprimir las lágrimas que brotaron entre la emoción, y el pánico. Se despidió del doctor y le dijo, que acudiría unos días más tarde de nuevo a su consulta y se pondría en sus manos para seguir el protocolo médico adecuado.
Una vez en casa, seguía dando vueltas a la noticia de su futura maternidad, era algo ¡tan sorprendente! ¡tan inesperado! ¡tan inoportuno...! o tal vez ese embarazo llegaba en el ¡MOMENTO JUSTO! cuándo necesitaba desesperadamente tener de nuevo una ilusión para seguir viviendo, algo "tan especial" que le devolviera las ganas de vivir y superar el terrible desenlace de la muerte de Enrique.
Se tomó dos días para sopesar pros y contras y decidir que haría con su embarazo. Tenía claro que si su hijo se estaba formando correctamente, seguiría adelante con su embarazo y el resto de las "complicaciones personales" que le traería esta decisión, ya las iría resolviendo cuando fueran presentándose.
El lunes a primera hora tenía concertada una cita con el ginecólogo al que había acudido para que le confirmara su embarazo, y fue en ese momento cuándo le puso en antecedentes de su situación. Él le recomendó que cuanto antes se sometiera a una serie de pruebas prenatales que confirmarían el buen estado del feto y si su stress en las primeras semanas de gestación y quizás haber recibido radiación en alguna de las pruebas radiológicas de Enrique en las que estuvo presente, habrían afectado a la criatura.
Después de esto tendría criterio para tomar la decisión de seguir adelante con su embarazo, o... ponerle fin cuánto antes.
A los pocos días Laura tenía en sus manos el sobre con los resultados de sus análisis, ecografías y la prueba CVS que le permitiría descartar o confirmar cualquier anormalidad genética que pudiera tener el bebé.
Ahora tendría que tomar una de las decisiones más importantes de su vida. Las manos le temblaban al desplegar el informe...
Capítulo XVIII
Los resultados de las pruebas, confirmaban que el bebé estaba en perfecto estado de salud, igual que la madre. Todo se desarrollaba como cabía esperar en un embarazo normal.
El año estaba a punto de concluir, un año, complicado y plagado de sorpresas para Laura.
Ya hacía casi un mes que Enrique había fallecido. Laura pasó el día de Navidad sola, porque así lo había decidido a pesar de la insistencia de sus padres y las constantes llamadas y mensajes de Martín para que fuera a Roma a pasar las Navidades. Él había encontrado un céntrico loft en la Via di Ripetta , muy cerca de la Piazza di Spagna y , en el que viviría el tiempo necesario hasta que concluyera su proyecto de fin de carrera.
Carlos, el padre de Martín también la llamó en repetidas ocasiones para comprobar cómo se encontraba y para informarle que su relación con Mónica había mejorado notablemente tras el funeral de Enrique. Se habían dado una nueva oportunidad y decidieron pasar fuera de España las Navidades visitando a Miryam, su hija pequeña, ya que Martín estaba en plena mudanza en Roma durante las vacaciones navideñas.
-¿Dimmi? Martín , il dispositivo.
-¡Hola! ¡Veo que estás perfectamente integrado en tu nuevo hogar!
-Estaba pensando en hacerte una visita en fin de año, ¿Qué te parece?
-¡Vaya! Pues una agradable sorpresa. ¿Cuándo vienes?
-Pues si te parece bien, puedo llegar el día 30.
-Perfecto. Dime a que hora y voy al aeropuerto a recogerte.
-Muy bien, en cuanto tenga el pasaje te lo digo. ¿Estás bien?
-Si, terminando de instalarme, aunque todavía quedan muchas cosas para que ésta casa tenga calidez, pero si tu me ayudas y con un par de alfombras, podemos conseguirlo, y ¿tú? ¿mejor?
-Si estoy bien, tengo algo muy importante que contarte...
El día 30 de diciembre a las 11.30, Laura llegaba a Fiumicino y Martín la esperaba con una sonrisa y un gran ramo de rosas blancas. Laura había cogido un poco de peso y su cara estaba menos desencajada que la última vez que se vieron aunque las ojeras, se negaban a desaparecer de su rostro.
-¡Buenos días Princesa! ¡Estás preciosa!
-Hola Martín. Muchas gracias. Tenía ganas de verte.
Se dirigieron al aparcamiento y tras acomodar el equipaje de Laura, emprendieron el camino a casa de Martín. Durante el trayecto y sin poder esperar ni un minuto más Laura contó a Martín , lo que le había traído a Roma.
-Tengo algo importante que decirte, pero antes, quiero que te quede muy claro, que no espero NADA por tu parte. He tomado una decisión, que voy a llevar adelante y entenderé perfectamente que no la compartas conmigo, pero tienes derecho a saber lo que está pasando...
-No, no te preocupes, no es nada malo, pero entiendo que te sorprenda, a mi también me sorprendió, y me he estado moviendo en la incertidumbre y en un mar de dudas, hasta que finalmente tomé la decisión...
-¡Vamos Laura, me va a dar un infarto! ¿qué pasa? ¿qué has decidido?
Estaban parados en un semáforo cuándo Laura soltó su "noticia-bomba"
-Martín, estoy embarazada, y el bebé es tuyo.
Él se quedó mirándola y el tiempo se congeló...
-Martín, por favor, ¡avanza!, que el semáforo está en verde desde hace medio minuto y los coches no paran de pitarte.
Como un autómata Martín arrancó y estacionó el vehículo en el primer sitio libre que encontró.
-¿Cómo? ¿qué estás qué? ¿estás segura? ¿mío?
-Claro, he confirmado el embarazo y me he realizado un montón de pruebas para comprobar que el bebé está bien, cómo puedes imaginarte después de los últimos meses de stress, y mi edad, no podía arriesgarme a seguir adelante con el embarazo si todo no estaba en orden.
Martín estaba perplejo. Miraba a Laura, y luego cerraba los ojos. Recostaba la cabeza en el asiento, volvía a mirar a Laura. Se restregaba los ojos, se mordía los labios, miraba a Laura de nuevo...
-No se que decir... ¿tú estás bien? ¿estás segura de que quieres seguir adelante?
-Si. Lo he pensado mucho y tú también necesitas tiempo para digerir la noticia. Cómo te he dicho, yo voy a seguir adelante, decidas lo que decidas, no te sientas presionado. No hemos buscado para nada esto pero evidentemente son las consecuencias de nuestra "pasión desbordada" en esta ciudad hace tres meses.
-Pero Laura: ¿Tú no tomaste ninguna precaución para evitar el embarazo?
-Pues no ¡claro que no! Yo me imaginaba que tú estarías prevenida para no quedarte embarazada, ¡por Dios Laura, estabas casada!
-Si, y mi marido se hizo una vasectomía cuando decidimos no tener hijos.
-y ¿Cómo se te ocurre acostarte conmigo sin precauciones?
-y...¿a ti? ¿cómo se te ocurre?
-Yo pensé que tú ya eras "mayorcita" para no quedarte embarazada como una adolescente de 15 años...
-No he venido a discutir contigo y menos aún a buscar culpables, he venido a informarte de la situación, porque creo que debes saber que voy a tener un hijo tuyo.
El silencio, fue el protagonista en los siguientes minutos, hasta que Martín se decidió a hablar:
-Perdona Laura, perdona. No he sabido reaccionar bien. Soy un cretino. Tan responsable eras tú como yo, pero nos dejamos llevar y no es el momento de echarnos nada en cara. Necesito un tiempo para asumir esto, ¿lo entiendes?
-¡Claro! He reservado una habitación en el Crossing Condotti. Queda cerca de tu casa, y será mejor que te tomes un tiempo a solas para pensar. Yo estoy segura de que quiero seguir adelante. Cuándo murió Enrique sentí mucho no haber tenido hijos con él, sobre todo por haber preferido consolidar mi carrera profesional, antes que formar una familia. Tras su muerte, solo me ha quedado vacío y desolación y nadie en quién refugiarme. Este embarazo es un "milagro" para mi, la posibilidad de tener algo verdaderamente valioso, más que mi carrera, más que cualquier triunfo obtenido en la vida. Así que, decidas lo que decidas, gracias Martín, porque sino fuera por ti, ahora no tendría la posibilidad de ser madre.
Martín dejó a Laura en el hotel, no sin antes intentar convencerla para que desechara la idea, y se instalara en su casa. Ella insistió en quedarse porque entendía que Martín necesitaba tiempo a solas para asumir la noticia que acababa de darle y que desde luego, iba a cambiar su vida...
Martín se sentía mareado. La cabeza le daba vueltas... ¿Padre?
¡Él iba a ser p-a-d-r-e !
Todavía no había cumplido 22 años y tenía delante uno de las mayores responsabilidades a las que tendría que enfrentarse en la vida. No, no estaba preparado para eso, además tenía muchas cosas que hacer todavía antes de asumir ciertas cosas. ¿Educar, mantener un niño? No no, eso le quedaba todavía muy lejos... pero... ¿y Laura? ¿la iba a dejar tirada ante semejante situación?
Se paso toda la tarde y parte de la noche valorando todas las opciones: Se veía a sí mismo actuando como padre de un bebé, incluso se vió casándose con Laura (de pequeño era su sueño...) pero a los cinco minutos cambiaba de opinión y pensaba en el proyecto fin de carrera en el que tanta ilusión había depositado.
También pensaba en su grupo y en la gira que estaba prevista para el próximo verano por toda España y Sudamérica... ¡Todo se iría a...!
Pensó en sus padres, en sus amigos, en su hermana pequeña... ¿qué dirían sus abuelos?
Acabó agotado y se quedó dormido de madrugada.
Mientras, Laura, estaba mucho más tranquila. Ella ya había pasado su correspondiente "calvario" hacía algunas semanas y ahora una vez tomada la decisión de tener a su hijo, estaba serena e incluso...¡CONTENTA!
Era verdad todo lo que le había dicho a Martín; no esperaba -NADA- de él, solo quería informarle de su futura paternidad, y entendía que asumir con responsabilidad ésto, le quedaba muy grande a su edad.
Ella se veía más que suficiente para salir adelante sola, educar y mantener a su bebé compatibilizándolo con su trabajo, aunque indiscutiblemente, debería bajar el ritmo y dejar de viajar durante un tiempo.
Había solicitado una excedencia durante la enfermedad de Enrique y económicamente estaba bien situada, porque a parte de sus ahorros, el seguro de vida de Enrique, le permitiría vivir sin estrecheces hasta que decidiera volver a trabajar.
No negaba, que le gustaría que Martín estuviese a su lado, (sobre todo pensando en que su hijo tuviera el referente de un padre) pero entendía que iba a ser muy difícil que esto pasara, además Martín y ella eran prácticamente unos desconocidos; solo habían compartido algunos días en los que la mayoría de su tiempo y energía la habían gastado en practicar sexo y su embarazo... había sido la consecuencia.
El día 31 de diciembre, amaneció con un sol espléndido en Roma, que daba a la ciudad un encanto muy especial. Después de desayunar, Laura decidió pasar el último día del año paseando. ¡Quién le iba a decir que iba a pasar el día de fin de año en esta ciudad tan especial y que tanto le gustaba! sobre todo después de pasarlo tan mal últimamente.
Se encontraba bien, renovada, con ilusiones y en unos meses...¡Iba a ser madre!
Sobre las 12 de la mañana su móvil vibró por la llegada de un mensaje de Martín.
-¿Te parece si comemos juntos en Piazza Caprera? ¿Reservo? ¿Te recojo a la una? Luego tienes que ayudarme a preparar la cena de fin de año, acabo de comprar langosta en el mercado y un solomillo...
Laura contestó al instante:
-No es necesario que me recojas, quedamos allí a la una y media, estoy dando un paseo y no me queda lejos. ¿Has "digerido" ya -LA NOTICIA-?
-¡Estupendo!, reservo mesa para dos a la una y media. Casi no he pegado ojo en toda la noche, pero tengo las cosas más claras. Luego hablamos. Un beso.
Laura se dirigió despacio hacia el punto de encuentro. ¿Qué habría decidido Martín?
La mesa estaba lista. Tomaron asiento y pidieron una comida liviana; algo de pescado y ensalada, la cena de fin de año les esperaba e iba a ser copiosa. Laura estaba impaciente por escuchar a Martín.
-Le he dado muchas vueltas al asunto pero creo que debo seguir lo que me dice el corazón y la conciencia, más que preocuparme por que va a pasar a efectos prácticos.
Laura, yo siempre te he querido y se que hay muchas cosas que nos separan, más de las que nos unen. Veo las dificultades de la diferencia de edad, que tu carrera profesional está más que consolidada y la mía está empezando. Se que esto va a ser un "escándalo" a nivel familiar, que estoy muy lejos de merecerte, pero quiero vivir contigo la experiencia de formar una familia.
¿Recuerdas cuando comimos en Magnolia en Barcelona? Te dije que me dieras la oportunidad de hacerte feliz, y me lo acabas de poner en bandeja , ¿cómo rechazarlo? llevo toda mi vida enamorado de ti...
Tienes que tener paciencia conmigo, soy tremendamente impulsivo y se que me queda mucho para llegar a tu altura en todos los sentidos, pero te prometo que voy a esforzarme en hacerte, bueno, en haceros felices si tú me dejas...
Laura no pudo contener las lágrimas.
-Si, lo estoy y ¿tú?
-Pues entonces: ¡vamos a pedir una botella de la mejor AGUA CON GAS que tengan y brindemos!
El 1 de enero sorprendió a Laura y Martín abrazados, compartiendo cama e ilusiones...