jueves, 15 de agosto de 2024
Sobre pérdidas (Apple 3)
Sobre el consuelo (Apple 2)
Creo que soy afortunada porque estoy rodeada de familia y amigos con los que -a priori-, puedo contar tanto para lo bueno como para lo malo, aunque en este momento, -creo que sobre todo, debido a que tiempos malos, no he vivido muchos- me sirve para aprender que no es fácil estar cerca en los momentos difíciles de los que nos rodean.
Somos torpes, nos empeñamos en hablar y hablar; en ponernos de ejemplo, ¡en exponer nuestro sufrimiento al que sufre como para quitar importancia a su momento y que vea, que nosotros también llevamos nuestro calvario, o que tenemos mucha experiencia en quebrantos!.
También existe el perfil del que se limita a "cumplir" con una actitud fría y distante ante nuestro dolor (estoy prácticamente segura que es por puro bloqueo emocional e incapacidad de identificarse con el dolor ajeno, y hasta me atrevo a decir que temen el "contagio"); transmiten sus condolencias sin calidez y no se vuelven a preocupar del tema, aunque los veas muy a menudo.
Intento una vez más, salirme de mi misma y observarme cuando alguien de mi entorno sufre y comparte su lamento conmigo: ¿qué hago? pues no creo que sea mucho más eficaz que algunos de los que me rodean... hablo demasiado... y por mi carácter resolutivo, suelo indicar una salida "express" para dejar de sufrir, (que en la mayoría de los casos, no funciona), o utilizo los típicos tópicos de: ¡ánimo!, ¡pasará ¿pronto?!, ¡ya verás cómo en poco tiempo lo ves de otra manera...! y frases vacías en esos momento de dolor, que incluso: ¡hasta pueden ser ofensivas! como el: -"NO LLORES"-
Y es que en el proceso del dolor, ¡no hay atajos!, y ahora que estoy pasando por uno de los más dolorosos de mi vida por una perdida, me pregunto si ese torpe intento de ayuda, merece la pena, pero sobre todo me gustaría sacar una enseñanza de lo que estoy viviendo y pensar: ¿qué me gustaría recibir?
Está claro que es algo muy personal, y que hay quienes prefieren lamer sus heridas en soledad por diferentes motivos: no nos gusta mostrar vulnerabilidad a los demás, llorar en público, o parecer demasiado frágil ante lo que nos está causando dolor. Sin embargo, otros exponen su "drama" sin complejos, deseando la compasión y atención de los que le rodean; repartir su carga con los demás para "tocar a menos", o arrastrar a sus miserias a quienes le rodean para que todos se sientan igual de mal...
De una manera u otra, ¿cómo debería mostrar mi cercanía y empatía ante cualquiera de los comportamientos del que sufre?, ¿qué es lo que me gustaría recibir cuando sufro?
Pues me gustaría que me escucharan, que "soportaran mi desahogo", y no intentasen consolar con palabras que en ese momento suenan "a chino" porque has perdido la capacidad de escuchar por "enajenamiento mental transitorio". Me gustaría un abrazo largo, dónde mi corazón herido y sin fuerza, recibe el latido fuerte y enérgico del otro (algo así cómo poner las pinzas a un motor que no arranca, desde un motor lleno de energía). Me gustaría respeto y tiempo por mi momento atroz de sufrimiento, pero a la vez sentir sutilmente ese cariño y empatía en la distancia con un breve mensaje diario que muestre cercanía, y me gustaría que mi sufrimiento actual, sea mi maestro y pueda aprender a conocerme mejor y a saber comportarme cuando esta espada que ahora me parte el cuerpo y el alma en dos, le toque a otro y yo pueda estar a la altura de las circunstancias, siendo de apoyo y no una carga más...
miércoles, 14 de agosto de 2024
Apple, perrita buena. (Apple 1)
Apenas 24 horas más tarde de despedir a mi perrita Apple, casi, no puedo respirar.
La tristeza y la añoranza de mi amiga fiel; ¡mi compañera! a la que he cuidado y me ha cuidado, a la que he abrazado y la que me abrazaba con su mirada y su trotecillo feliz cuando volvía a casa, ¡ ya no está!, y ese silencio ensordecedor que deja su ausencia en casa y en mi corazón, me parte el alma.
¡Cuánto la echo de menos! LAS LAGRIMAS NO CESAN, y ¡no puedo parar!, es como intentar cerrar un grifo que se ha pasado de rosca y es imposible detener.
¡Nunca hubiera imaginado este dolor lacerante que me parte por la mitad!
Su indefensión, su mirada suplicante, su calorcito, ¡la sencillez para hacerla feliz!, su amor incondicional, su perdón por dejarla... No puedo hablar, no puedo expresar el dolor que siento, y que siento, que no me va a abandonar jamás.
¡He aprendido tanto de ella!; Su templanza, paciencia, bondad, obediencia, ¡fidelidad absoluta!
¡No me resigno a no volver a verla! la escucho todavía, todo huele a ella... ¡mis brazos la añoran!, quiero cogerla, abrazarla y ¡que no se vaya todavía! tenemos paseos que dar, viajes que hacer, tenemos que jugar con su juguete rotísimo, tenemos mucho que hacer...
Veo muy borroso lo que escribo, pero necesito dejar por escrito este dolor inmenso, para empezar a vivir sin ella, pero ¡no quiero, y no puedo!
Me aferro a la esperanza que Dios ama a los animales buenos, a los que han amado profundamente sus hijos, y yo esta tarde solo le pido a Dios una cosa:
¡volver a ver a Apple!
y que cuando yo también me vaya, ella me esté esperando ¡tan contenta como siempre por volver a verme! y estemos juntas toda la eternidad.
Apple, has sido una de mis alegrías más grandes los últimos 13 años de mi vida, y te llevas parte de mi corazón. Te quiero, y no me avergüenza nada que todo el mundo lo sepa, y que va a ser muy difícil para mi, vivir sin ti.
Apple, perrita buena.