sábado, 15 de febrero de 2014

Reloj


Hace años que no llevo reloj. Antes de eso; ¡no podía estar sin él! Me encontraba perdida el día que miraba la muñeca desnuda y ¡no estaba! me sentía todo el día desprotegida, me faltaba "algo" me sentía muy... sola.

No se realmente porque decidí no ponérmelo más, tal vez pura rebeldía ante la dependencia hacía él, ¡Así soy yo! Tremendamente dependiente hasta qué... ¡me doy cuenta! entonces; ¡huyo despavorida de eso a lo que me siento atada o de alguna manera, obligada...!

Tal vez no va por ahí la cosa, y el teléfono móvil que siempre llevo encima, es mi reloj, aunque ya no esté en la muñeca y si necesito ubicarme en el tiempo o llegar puntual, él es mi cómplice y compañero.

Otra razón es que mi vida laboral, también está aparcada en la caja de relojes de pulsera, esperando pacientemente que vaya a rescatarla en algún momento... No lo sé, el caso es que no llevo reloj y hoy, a las 6:30 de la mañana de un sábado de invierno, me he acordado de él, bueno, de ellos, "de los relojes de mi vida" que a fin de cuentas son los compañeros de tu tiempo.

Un reloj es el mejor regalo que puedes hacer o recibir. Cuándo yo era pequeña, la gente no tenía relojes, tenía reloj; -un reloj- a veces incluso, heredado del padre y de niño, esperando como "un antes y un después" al día de la comunión que marcaba tu entrada en el mundo de los adultos, ya que en tu muñeca izquierda, tomaba protagonismo el reloj, el reloj de tu comunión.

Pero ahora no, ahora es difícil tener solo un reloj, ¡la variedad es fantástica! Tenemos uno para cada ocasión, y en una gama de precios que se adapta tanto a conjuntar con el color de camisa que toca ese día, cómo a la altura del acontecimiento al que nos toque asistir, pero yo no tengo esa opción por qué... ¡no llevo reloj...!

Hoy me estoy planteando abrir la caja dónde guardo los míos y volver a enfajarme en ellos, o... ¿no? También existe la opción de sacarlos a pasear como el que empuja una silla de ruedas, quiero decir, que no -anden- qué solo tengan significado aunque no marquen la hora, ni dirijan mi vida, que solo me recuerden el lugar dónde lo compre (esa preciosa imitación de Bulgarí, del barrio chino de Nueva York) o me traigan la imagen de quién me lo regalo... 

Creo que regalar un reloj, es lo más bonito, pesado e indiscreto, que se puede regalar, ya que inevitablemente, la persona que te lo regaló acompaña a ese tirano ubicado en tu muñeca siempre y que entra contigo en todos los sitios (hasta en el baño...) y pasa contigo los peores y mejores momentos del día, incluso, hay algunas personas que hasta se -acuestan- con él...

Si tienes que regalar algo; valora la posibilidad de regalar un reloj de pulsera (el de pared, es difícil de llevar siempre...) te aseguro, que esa persona se va a acordar de ti, muchas, mucha veces... para bien (espero).