Llegó al bloque a principios de otoño. Su sonrisa era cálida y su mirada inocente, casi infantil como su voz, aguda y dulce. Era un placer cruzarse con ella los lunes por la mañana. Mi actitud gruñona chocaba frontalmente con su positividad. Haciendo memoria, yo creo que propiciaba mis encuentros con Paula en la escalera; era como un ´´chute´´ de optimismo
-¡Buenos días vecina! ¿Has visto que día tan precioso? ¡Fíjate, estamos en octubre y hace un día estupendo! Las hojas están cambiando de color y me dan ganas de coger unas cuantas y hacer una alfombra en casa con ellas jajaja. ¡Hasta luego! cuándo venga de trabajar ¿me invitas a un café en tu casa? He hecho un bollito de zanahoria, ¡nos vamos a poner las botas, ya verás que rico!
Su casa era tan sencilla y alegre como ella. Vivía con Mou, su perro. ¡Núnca he conocido un animal tan inteligente, obediente, y bien educado! cuidaba de Paula cómo si fuera su cachorro. La protegía y colmaba de cariño.
Perdió a sus padres siendo muy jóven, se trasladó a la ciudad y decidió cambiar radicalmente de vida. Combinó sus estudios de secretariado con trabajos de camarera y cuidadora de niños. Su positividad, coraje y capacidad de trabajo le abrió muchas puertas y consiguió hacerse un hueco en un mundo complicado, dónde solo contaba consigo misma para salir adelante.
Tras varias relaciones sentimentales en las que por una razón u otra no conseguía la estabilidad necesaria para formar una familia y tras cumplir la treintena, decidió que había llegado el momento de ser madre con o sin marido...
No me contó núnca quién era el padre de su bebé, y yo no se lo pregunté. Cuándo la conocí, estaba en sus primeros meses de embarazo, apenas se le notaba. Su vientre se fue abultando y a principios de enero, ya no podía disimular su barriga, ¡ni tampoco lo pretendía! estaba ENCANTADA de la vida, ya que por fín tendría a la personita ideal para compartirla y se acabaría su soledad. ¡De nuevo tendría su propia familia!
Una fatídica madrugada sonó el timbre de mi casa. Salí disparada de la cama con el corazón a cien por hora ¿Quién podría ser a las tres de la mañana?
-¡Paula! ¿Qué te ocurre? ¡Estás desencajada! por favor pasa, siéntate.
-¡No, por favor, ayúdame, vámonos! ¡Me encuentro fatal, creo que estoy de parto!,¡estoy sangrando y me duele mucho!
Solo estaba de seis meses. La niña que había llenado de ilusión y esperanza a Paula, no consiguió salir adelante. Recuerdo de vuelta a casa después de una semana en el hospital,( las cosas se complicaron mucho, y una infección consiguió acabar con la vida de su bebé y lo peor de todo; con la posibilidad de volver a tener hijos... )
Paula no conseguía articular palabra, su mirada siempre chispeante estaba nublada, ni siquiera pudo sonreir cuando Mou se abalanzó sobre ella al llegar a casa y no dejó de mostrarle todo su cariño.
-¿Por qué? ¿Por qué no puedo tener alguién en mi vida? ¿Qué he hecho yo para que nadie quiera compartir su vida conmigo, ni mis padres, ni... mi hija?
Me sentía impotente, no había nada que consiguiera consolar a Paula.
Han pasado unos años. Paula, no ha vuelto a ser la de antes. Se ancló en el pasado y en los recuerdos. Se niega a mirar adelante, tiene miedo, huye de las relaciones, se limita a cumplir con su trabajo y sus obligaciones en casa. La mujer fuerte, luchadora y valiente se dejó vencer por la fatalidad.
Su voz se apagó y sus ilusiónes murieron con su bebé...